Como el árbol, el ser humano tiene una parte animal terrestre que pertenece al mundo físico de las formas, y otra elevada y celeste que pertenece al intelecto superior. A veces la consciencia se abre a la dimensión vertical del árbol y el ser humano accede a un estado en el cual se detiene ante el asombro, y se desliza, intuitivamente, en el abismo de las cosas hasta el fondo, para volver nuevamente a la superficie y dar cuenta de lo imposible que resulta definir lo innominado. Entonces busca alrededor los signos que la naturaleza ya ha escrito en la vida, como símbolos de Aquello que las palabras no pueden aprehender. La verticalidad supone atravesar, romper, ir más allá de la dimensión aplanada, estereotipada, convencional y buscar la otra orilla. Entonces es cuando el hombre borra las palabras que definieron el mundo, y a él mismo, y se convierte en Verbo Creador…
Girasoles al amanecer en el CENTRO AMACVI / Barcelona
¡¡¡ Gracias, amig@s, por extraerle nuevos entendimientos a los girasoles!!!