Tengo que agradecer a un amigo que me haya invitado a descubrir a Cortázar. La única reseña que tenía de este autor es un libro que me regalaron hace años: Historias de Cronopios y de Famas. Por entonces todavía no se disponían mis plumas a hacer abanicos locos, o estaba demasiado ordenada mi locura para entender el mundo como ese “ladrillo de cristal” en cuya tarea de ablandar (para abrirse paso por la “masa pegajosa”) se afanó el perseguidor de lo fantástico (Cortázar) en el recorrido de esta obra. En el paseo rápido que hago ahora por sus relatos cortos compruebo que ha tomado vida “la esperanza sedentaria que se deja viajar por las cosas y los hombres, y es como una estatua que hay que ir a ver porque ella no se molesta”.
Como una figura atrapapolvos, indiferente en el estante de los libros, ha esperado durante años esta pequeña guía para locos, dispuesta siempre (como toda creación artística) en la tarea de pasar el testigo al lector: No hay conquista de la que pueda alardear ninguna conciencia actual pues siempre hubo expedidores que se aventuraron antes en esos espacios inéditos del “otro lado” donde algunos buscadores extraviados intentan encontrarse… ni hay soledad cuyo grito al vacío no le haya sido devuelto en el eco de una soledad más sola… ni tampoco hay locura desnuda que no haya tejido su traje con retazos de sentido propio, impermeable y resbaladizo (a ser posible) para no quedarse adherida a la “masa pegajosa” del sentido común.
Hace tiempo que no me atrapa una lectura más de cuatro párrafos seguidos, quizá por esto mismo me ha dado tanta alegría ver desperezarse mi curiosidad en esta pequeña recopilación de relatos. Y es que hoy he podido apreciar lo que todavía no estaba preparada para «ver» hace años, cuando el libro me fue regalado. La magia duerme en cada criatura literaria a la espera de que el lector transite la esencia de esos espacios descritos, pudiendo así despertar, acercar a «este lado» de la realidad, un paisaje latente por detrás del horizonte hacia el que dirigimos la mirada.
La «esperanza sedentaria» hace un giro mágico despertando de su indiferente quietud para viajar por las páginas cotidianas y tallar un guiño en sus ojos de estatua, una señal indicadora en el camino: Sigue adelante. No te preocupes si dejaste detrás algo sin resolver: una disculpa sin justificación, dos libros sin leer, tres propósitos sin concretar, cuatro verdades sin conformidad, mil preguntas sin responder… sea lo que sea vendrá a tu encuentro en el momento oportuno, ya que todo eso camina (se transforma) aun si tú no caminas, aun por otros derroteros dormidos en tu conciencia, aun con formas distintas.
Y, finalmente, re-conocer el re-encuentro es aceptar que el trayecto puede convertir las alas del pajarillo que ayer cantaba en tu ventana en un «abanico loco de plumas» que hoy te airea el corazón y zarandea a tu risa de su reposo.