Los sujetos virtuales nos parecemos a torbellinos de sentimientos, las más de las veces sin control, que circulamos en el caos de «todas las direcciones» sin mesura, orden ni concierto.
No digo que seamos náufragos, porque para ser náufrago hay que vivir el sentimiento de naufragio.
No digo, tampoco, que naveguemos a la deriva, porque para ir a la deriva es necesario saberse con el rumbo perdido de antemano.
Digo solamente que vivimos en el «todas direcciones» de este océano cibernético, sujetando la cresta del oleaje por breves instantes de adhesiones saladas o rechazos que reclaman su sal.
El Océano Real, mientras, sostiene imperturbable nuestro tránsito por la vida, cuando la trama principal de nuestras realidades nos devuelve irremediablemente al fondo y el dónde y el «de qué manera» y «en qué momento» nos hallamos en nuestra travesía personal…