El valor de lo invisible

No sé si el tiempo es la medida de todas las cosas, pero lo contemplo como la medida de todos mis procesos. Aparentemente, él, tan invisible, tan poco personal, sin preferencias por una forma más que por otra, ocupa su reino de manera silenciosa. Simplemente deja vivir y vivirse por todas las posibilidades, sin ofrecer mayores importancias a la autoimportancia de quienes, siendo limitados, nos creemos infinitos en sus dominios.

Pero acaso también el tiempo, el gran benefactor que se entrega al libre antojo de los seres humanos, tenga como cierto que los mortales sólo damos categoría de verdad a cuanto aparece con gran estruendo. Y tal vez por esto mismo sea la presencia invisible y silenciosa del amor la única que el tiempo considere verdadera, la única libertad a la que permita traspasar sus fronteras. No me refiero, claro está, a ese amor que fabricamos en el tiempo, esa llama que en el mismo instante de su nacimiento ya tiene marcado su final; ni a esa ilusión que requiere de un temporizador acoplado para señalar cuándo, dónde y cómo ha de manifestarse ese amor que se extingue con el calendario.

Soy incapaz ahora de distinguir los breves instantes que me hicieron traspasar el tiempo entre tanta existencia que me extingue en la temporalidad. Aun así, intento comprender el valor de lo invisible, lo inusual aunque no por ello menos cotidiano, y quedo perpleja, sorprendida, cuando el tiempo pierde sus contornos en mi percepción y no por ello dejo de estar viva.

Las cosas se mueven a un ritmo y con una cadencia que apenas encontramos tiempo para atender y disfrutar. Sin embargo, cuando medito cómo y dónde se manifiesta y en cuántas ocasiones se repite, descubro que el rimo cambia y se transforma en otra música.

Desconozco cuál es la medida de todas las cosas, pero opto por creer que la esencia perdura más allá de mi falta de atención, de las cosas que suceden en mi tiempo, y más acá de las veleidades de la comprensión que, atrapada en ese juego de querer aprehender y clasificar la realidad, solidifica las jaulas mentales. La libertad es invisible para los ojos del tiempo.

Náufragos del viento

La vida no es una tómbola, pero a veces se presenta como algo parecido a una tómbola, donde lo aleatorio, la suerte, parece determinar en grado sumo el desenlace de acontecimientos. Sin embargo, lo que parece es sólo una apariencia.

Es simplemente que, como seres humanos, tejemos mundos complejos. Decimos que haremos tal cosa y realmente estamos pensando tal otra. Lo que anhelamos en un espacio del ser, lo hacemos naufragar en otro. Vivimos en la contradicción, y es solamente en momentos excepcionales –esos instantes unificados que nos gustaría convertir en costumbre– donde pensamos, sentimos, hablamos y vivimos en completa unidad.

El caso es que no estamos sujetos a ese mundo externo, circunstancial y contradictorio, pero en él vivimos y avanzamos. Entonces, se diría que poco hemos avanzado en lo personal, si pretendemos sujetarnos a la incertidumbre cuando el viento levanta el oleaje poniendo el caos en nuestra travesía. Cada tormenta actualiza dónde estamos situados en cada naufragio y es un gran avance –más acá de todo conocimiento y experiencias vividas– saber dónde está nuestro eje, nuestra esencia imperturbable.

Entonces la vida ya no se presenta como una tómbola sino como una gran paradoja en la cual, avanzar, es aquietar la inquietud haciéndonos unidad con el mástil esencial de nuestra nave…

De llaves y de claves

Estuve revisando el libro Semillas de un Sueño, antes de subirlo a la plataforma digital de Bubok… Y es curioso cómo vuelvo a vivir algunos párrafos, aunque de otra manera. Y me parece mágico que, haciendo las correcciones sobre la pantalla del ordenador, también fui haciéndolas en mi página interna actual, ésa donde los hechos ponen de manifiesto que “no me sirven las llaves de ayer para abrir la puerta de hoy.”

No hay puertas que cruzar ante una mirada que viaja a cielo abierto y ve la luz antes de que sus rayos toquen la faz de los días, los relieves de lo concreto, traspasando después las madrigueras psíquicas donde a veces se quedan atrapadas las alegrías.

Sin llaves ni puertas, respiro la esperanza que me regala la levedad del vuelo, y se renueva en mí la confianza de que todo está bien y estará mejor, si cabe la mejoría…

Tiempos sin tiempo

El tiempo es elástico y a veces se sale por las esquinas del reloj y del calendario.
Existen horas en las que se crece de golpe, como si incontables minutos palpitasen en el tic-tac de un segundo.
Son esos pequeños instantes que abarcan una inmensidad; minúsculos momentos, eternos y pasajeros, en un visto y no visto que te envuelve completamente sin dejarse atrapar.
Existen días en los que se crece rápido, que maduran los frutos en un abrir y cerrar de ojos, como si la lluvia cantase una canción que sólo escucha el sol en tu corazón, y al son de sus notas bailaran las estaciones vividas con tiempos inéditos que aún no han nacido…

Caminos…

El plano, el método, el mapa vital….
Hay un camino horizontal, un recorrido que obedece a las leyes de la materia, a las leyes de la razón que ordena y se ordena dentro del mundo que conocen nuestros sentidos.
Hay un camino vertical que se está haciendo a cada momento con una sustancia intangible, que es la sustancia con la que se tejen los sueños.
Y hay un camino que ya no es camino, ni trazado, que ya es un vuelo abierto, libre, y que conocen muy bien quienes viajan por el Ahora sin plano ni método ni mapa…

Pasar página

En cada “PASAR PÁGINA”, hay una comprensión que siempre estuvo latente y se revela a través de la experiencia.

Y es que lo que necesito, anhelo, busco…, ya está escrito y contemplado, ya ES en esencia, aunque va tomando la forma de la lectura que hago de los hechos; siendo así que no puedo leer la magia del cuento con las lentes del desencanto, ni ver la abundancia con los ojos de la carencia, ni sentir la total magnitud del amor si voy restándole por aquí y por allá con las tijeras del condicionante.

¡Cómo danzar con la vida si no escucho su música entrelíneas, entre tantas contradicciones que cantan su verdad dentro y fuera de mi cabeza!…

Y, aun así, pese a tantos imposibles, incluso sin haber entendido el “por qué” ni el “para qué” de algunos párrafos vividos, PUEDO DEMORARME EN LA MISMA PÁGINA re-leyendo los signos en un mismo nivel de rechazo o de comprensión, y PUEDO PASAR PÁGINA, agradecida, ahora sí, por el presente (regalo) inscrito desde siempre en cada vivencia que se reviste de memoria o de proyección…

Las cosas cambian

Cambian las cosas en la medida en que cambia el lugar desde donde las percibo.
Cuando miro y siento la vida a través de un cristal sombrío, las cosas me parecen sombras. E incluso parece que la sombra y la oscuridad quieren eternizarse en esa percepción, que nunca llegarán esos cambios que darán luz a lo que hoy es una sombra cristalizada en la mirada.
Por el contrario, cuando siento las fuerzas del corazón, me refiero a esas fuerzas que nacen de adentro y encuentran a su paso millones de motivos para vivir, aunque ninguno prima sobre otro, pues todos son importantes y todos tienen pleno significado; cuando percibo desde esa vitalidad, siento la luz y veo que alrededor las cosas adquieren infinitas tonalidades, como si el impulso interno estuviera plenamente armonizado con la respuesta del exterior. Entonces ya no lo pienso y, sin embargo, noto que las cosas van, y van a otro color.
En fin, yo tan sólo digo que las cosas están cambiando por detrás de cada mirada cristalizada. Y me afirmo en esta percepción: las cosas siempre cambian. Y la naturaleza de las cosas vivas es cambiar siempre a mejor…

Felicidad

No hay una fórmula general para ser feliz. La felicidad no se aprende en los manuales ni tampoco en las aulas. Nadie es examinado para comprobar si su coeficiente de felicidad está en un treinta por ciento o en un sobresaliente. La felicidad no se mide ni está sujeta a contratos de compra-venta y, en todo caso, depende de cada cual, de su disposición interna para sentirse satisfecho consigo mismo y con sus circunstancias.

Mirando el asunto desde otro enfoque, pensaba yo hace años que hay un camino para satisfacer las necesidades circunstanciales y otro que conduce a la felicidad. Hoy, sin embargo, los caminos me parecen una sucesión de momentos en dirección al mar, y me reconozco feliz en todos los instantes en los cuales no siento necesidad alguna de preguntarme dónde está Roma o la Felicidad…

El futuro al que me abro

Hay un futuro que responde a una línea interminable de repeticiones hechas en el pasado. Pero no es a este futuro hacia donde miro ahora; porque luego será lo mismo que fue antes, a no ser que ahora gire aunque sólo sea un grado en la percepción de estímulos y respuestas, de causas y efectos, de ilusiones que se desilusionan.

El futuro del que hablo, y al que me abro, me despierta desde el Recuerdo latente y no desde la memoria durmiente que adormece en su sueño. Es el Recuerdo que me hace decir lo que no sabía que yo sabía; el que me hace ver por dentro de la forma, el que roza por encima y por debajo del relieve de las cosas… el que trae la fragancia de una rosa aquí donde no hay rosas…

Percepción sin límites

Vivimos como criaturas de un bosque mental, acechando y a la vez siendo acechadas, marcando nuestros territorios, definiéndonos en esto o aquello o lo mejor; negando lo otro, lo peor es lo otro y del otro, en una constante contraposición del ser y no ser.

Las alturas de la percepción abarcan los dos extremos de la dualidad con toda su gama de contrastes. Y no hay motivo de conflicto cuando vemos que cada pensamiento, cada sensación, cada movimiento, ocupan su lugar en el todo que nos configura.

Esto lo ve la mirada que alza el vuelo y contempla las cosas desde más arriba. Ganamos la altura que se sobrepone a la jaula identificadora, y una visión más amplia acoge lo que antes hemos negado, lo que antes no considerábamos como nuestro. Son instantes de comprensión profunda, de paz expansiva donde quisiéramos anclar el enfoque de la consciencia y quedarnos ahí donde sucede la percepción sin límites: la libertad…

Tocar cielo

Hay momentos que llegan con las alas puestas y no necesitamos de escaleras para sentir, aleteando en ellos, el cielo, la magia, y ese saber directo tan inspirado e inspirador.
Hay momentos que construyen una escalera de creencias para subir al cielo y tocar el Misterio con la intensidad de una emoción o la punta de un pensamiento. Una escalera cada vez más lejana, por cierto, ya que del último afianzamiento de la conciencia surge el vértigo ante el vacío y la necesidad de otro peldaño con interpretaciones más supremas.
Y hay unos pocos momentos que configuran nuestras alas girando a la inversa las cosas y las formas, incluso las escaleras que conducen al cielo…

Líneas pensantes

Desconozco el momento justo
en el que cambia la manera de pensar el mundo.
Mas, si me pongo a observar, veo una línea pensante
con dos extremos inseparables
(final-comienzo, tú-yo, dentro-fuera, sustancia-forma, …).
La polaridad se va transformando al percibir esa otra línea,
invisible, sensitiva, que se expande gloriosa en su recorrido,
curvándose su anverso en eterno retorno…
Me olvido de todas las circunstancias en que he percibido
la fuerza del temple, la que me arquea sin romperme,
pues ahora viene un hermoso instante a recordarme
el poder que se activa cada vez que se abrazan
los dos extremos irreconciliables de una percepción,
cada vez que se disuelve un condicionante
que le he puesto a la experiencia de amar…

Ensimismamiento

Entre las múltiples miradas que se entrecruzan en una cafetería abarrotada de gente, unos ojos se detienen en una persona ensimismada allá en un rincón del recinto. Observan cómo ella se hace una con el rayo de sol que entra por el cristal de la ventana, una con el calor de la taza que tocan sus manos, una con el sabor del café, una con el ruido de fondo en el local… De repente, la mujer advierte que está siendo observada y sale de sí misma. Se rompe la magia. La entrega al momento, el abandono a un instante de plenitud colmado en sí mismo, desaparece. Las manos tiemblan ahora sobre la taza de café, y la espalda, antes relajada, adopta involuntariamente la postura de alerta. La máscara se antepone al flujo en una milésima de segundo.
En las lecturas que se remontan al origen de la primera partición, de la primera frontera entre lo externo e interno, entre tú y yo, pareciera que hubiésemos de recorrer distancias y milenios y pruebas insalvables para recuperar el cielo perdido, el edén del que supuestamente fuimos expulsados. Y, sin embargo, el retorno, la recuperación de esa percepción de unidad, acontece fuera del espacio y el tiempo, en la pausa entre respiración y respiración, en la detención de toda actividad mental.
El caso es que, pese a recordar por un breve instante el cielo que nos habita, los ojos que nos miran detonan en la mirada del yo -el sol quema ahora, la taza de café quedó vacía, en el local hay demasiado ruido, alguien me está mirando, ¿qué pensará de mí o qué se habrá creído?…-. Y, sin que nos demos cuenta, ya nos ha devorado otra vez el olvido…

Luces y sombras

Los espacios se saturan de cosas que pintan sombras en los rincones. No me sirve la información del día en los espacios de la mente que viven su noche. No quiero más información, ni más sombras que la sombra fresquita de un gran árbol en una tarde de verano. Que venga y entre la luz en estos habitáculos de mi mente. Y reclamo la claridad peleándome con los muros de mis percepciones, intentando romper el molde, la estructura que le da identidad a la confusión. Acaso, en lugar de quedarme aquí a discutir con las penumbras, lo mejor sería salir fuera y nutrirme de la luz de la luna, la luz de las estrellas, la luz de una luciérnaga… Pero ahí, al otro lado de los tabiques de esta percepción, está el frío, está el riesgo, está la desnudez, y está el miedo a lo desconocido. Entonces, ¿cómo cuestionar una estructura, un paradigma, una forma, sin antes superar los motivos que a ésta me adhieren?

Libertad de ser

Caminando por el centro de Barcelona, me hablaba una amiga de esos momentos que no podemos atrapar y en los cuales nos sentimos como si estuviéramos dentro de una pompa de jabón. Al llegar a la plaza de Catalunya volaban por el aire inmensas pompas de jabón, junto a incontables palomas cuyas plumas llevé al encuentro previsto en el Cau de les Arts. Y allí, entre risas, poemas y demás intercambios, nos sentimos felices como si estuviéramos dentro de una burbuja.
Me gustan los lugares y encuentros que permiten a las personas ser felices, dejándolas ser lo que son, aunque sean diferentes a nosotros. Me siento constreñida en los espacios que cohíben la felicidad porque nadie se deja ser lo que es. Hay encuentros propicios para que la magia y la realidad se convivan. Pero estamos más acostumbrados a esos lugares comunes que definen nuestra realidad y rechazamos lo que no se asemeja a esa percepción de lo real. Acaso el lado sufriente de nuestro paradigma se enraíce en que nos resulta hiriente la forma en que otros exponen sin disfraces su libertad de ser…

Miradas

El mundo es una mirada…
El mundo está mal, dice la mirada realista. Hay crisis, corrupción, desigualdad, conflictos, injusticias, desconfianza… A la vez, las masas parecen enchufadas a la euforia colectiva que nos suministran por detrás del telón. Y ahí seguimos respirando los paisajes en los que vivimos, a fuerza de perpetuar esas fotos sombrías.
Yo quisiera cerrar los ojos por instante e inhalar otro aliento entre tanto desaliento. Acaso encontrase unos ojos entre miles de ojos, un corazón libre de tanta queja y lamento. No me interesan las estadísticas, busco una conexión auténtica que le permita a mi visión traspasar el cansancio de tanta ausencia adherida al mundo, y despierte el sentir adormecido detrás de tanta coraza pintada de desencantos. Entonces ya no veo unos zapatos con glamour sino unos pies que anduvieron caminos. Ya no veo estrategias para engañar ni engañarse sino la inocencia de una mirada que acepta las cosas como son y no tiene que pintarlas de otro color para amarlas. Veo un corazón capaz de entregarse sin reservas a pesar de haberse roto una y mil veces. Veo la vida que me sacude con fuerza en el acto de sacudirse tantas máscaras, mentiras y juicios adheridos a su espalda, que es mi espalda…

La percepción de crecimiento

Hace unas semanas que llegué con la Primavera. El ciruelo y el almendro estaban vestidos de blanco. El laurel sigue enfermo con un teñido oscuro en sus hojas, pero le han nacido tallos nuevos pintados con el verde intenso de la vida que se renueva pese a todo. El invierno todavía descansaba en las ramas desnudas de las dos moreras y, sin saber cómo, ya son visibles los brotes de los frutos venideros. Mermelada de moras. En alguna mañana del porvenir nos sentamos a desayunar a la sombra del ciruelo y en algún intervalo silencioso paladeamos la esencia del crecimiento y el sabor de las estaciones untados en la tostada.

Crecimiento. Crecer. Hacer el recorrido para que se haga visible, palpable, degustable, lo que somos en estado potencial. Encontrar la libertad de ser plenamente lo que somos. Y me conduce la reflexión a tomar consciencia de cómo la idea de crecimiento ha hecho un giro de 180 grados en mi percepción. La exigencia que antaño le puse al propio crecimiento, ese “quiero más”, más recursos, más conocimiento, más opciones, más de ti… ha cambiado por este “cuánto de grande es el espacio de libertad en mí”. Al fin y al cabo mi corazón es un pajarillo que escribe el canto del aire en las ramas del árbol, aunque a veces exclama la tristeza del encierro, de tantos obstáculos y barrotes que le niegan el vuelo.

En este encuentro de bienvenida a la primavera he podido comprobar que, mientras quedé atrapada en las tormentas y barrizales del invierno, peleándome con las penumbras de la incertidumbre, la Madre Naturaleza seguía gestando nuevos paisajes en el giro del tiempo. Y es porque pude soltar, reconciliarme, aceptar, amar pese a todo, que este pajarillo pudo alzar su vuelo en esos instantes compartidos y escribir en otros corazones el dulce aleteo del amor…

Celebración de Bienvenida a la Primavera / Punto de Equilibrio Garraf – Barcelona

¡¡¡Gracias a todos los corazones que acudisteis al llamado!!! Que los nuevos brotes de cada árbol que somos encuentren su espacio de florecimiento y un canto dichoso en nuestras ramas…

«Saltos» en la percepción

asocia. ahireHay vivencias donde confluyen distintos aspectos de un proceso que, al encontrarse en un mismo punto, generan la fuerza necesaria para “dar el salto” e iniciar un nuevo recorrido desde otra percepción en la espiral evolutiva. Ilustro este entendimiento con la experiencia de un viaje por tierras manchegas, un recorrido en el cual el espíritu quijotesco y su escudero han salido de las páginas literarias, y no precisamente para batallar con molinos de viento sino para respirar de una propuesta que nos hizo la Asociación Ahire en Ciudad Real: Reiki y Amor incondicional como forma de vida. ¡Gracias, gracias, gracias, Paco! … Y también tomó sentido el viaje para echarle un nuevo leño a ese rescoldo de la amistad que sadhakasprendimos en Puertollano hace un par de años: en Centro Sadhakas actualizamos el aprendizaje y los pasos que nos han conducido al reencuentro. ¡Gracias, Aitana y Miguel Angel, por mantener encendida la llama de un sueño!
Por esta vez, el quijote y su escudero viajan en la interpretación del lenguaje de los símbolos y, así como sucede en las páginas de esta gran obra, no siempre se ponen de acuerdo. Estamos rodeados de símbolos. La Madre Naturaleza es un despliegue viviente de símbolos. Los acontecimientos del día a día están repletos de símbolos. El símbolo como lenguaje que nos conecta con otros niveles de entendimiento. El símbolo como indicativo de dónde estamos posicionados en nuestro proceso de aprendizaje.
En estos encuentros se me ofreció la oportunidad de exponer mi visión del Círculo. Y, como decía al comienzo, agradezco el “salto” que me ha permitido actualizar un cambio de percepción. Un darme cuenta si los zapatos de ayer le son cómodos a los pies de hoy; o acaso se han ensanchado tanto los límites de esas creencias con las que me identifiqué antaño que las medidas de mi crecimiento (de mi experiencia actual) se golpean, se resbalan, no se ajustan con esas ideas y por lo tanto suenan chirridos disonantes en cada paso, en cada movimiento. Y aquí he podido ver la diferencia entre interpretar los símbolos desde un enfoque periférico, mental, lineal, de polaridad, de excluir para alcanzar… y un enfoque de centro, de corazón, circular, cíclico, de abrazo que acoge lo que cada presente trae consigo, donde cada paso ofrece una imagen completa que sostiene la plenitud, el sentimiento de que no falta ni sobra nada.
Desconozco el momento justo en el que cambió mi manera de pensar el mundo. Lo único que sé es que hubo una línea pensante con dos extremos (dentro o fuera, tú o yo, forma o sustancia…) que se fue transformando en un sentir esa otra línea invisible en el aire, que se expande en su recorrido y que a la vez el fuego de la vida va curvando en eterno retorno… No  puedo acordarme ahora de todas las circunstancias en que he percibido esa fuerza que te arquea sin romperte, pero sí he podido recordar en este viaje el poder activándose cada vez que se abrazan los dos extremos de una percepción, cada vez que se disuelve un condicionante que le he puesto a la experiencia de amar…

25 y 26 de enero en Ciudad Real con la Asociación Ahire y en el Centro Sadhakas

¡Feliz Año Nuevo!

Despidiendo a un inquilino en el tiempo

Respiras profundo mientras los dedos teclean estos renglones, como pidiéndole al aire que oxigene las palabras de despedida, las que hayan de acudir a pronunciarse en este adiós sin uvas ni campanadas todavía. Seguirán girando las estaciones y podrás mirar desde otra perspectiva lo vivido, y dará igual por dónde y cómo lo contemples en la rueda del tiempo: este año lo verás siempre como el que dio acogida a un inquilino que se instaló en tu mente y con el cual has convivido en los últimos meses.
Acaso fuese más efectivo que el dulce espacio del silencio o la música callada del corazón tocasen las notas del adiós sin discurso ni creencia, y no darle voz a las palabras que durante tanto tiempo han respirado aires rancios de emociones manidas, las que no pueden sino exhalar lo re-sentido, lo repetido una y otra vez en los circuitos cerrados de una percepción que te atrapa ahí donde no hay orificios que ventilen olores añejos.
Sí, tal vez fuera más positivo enmudecer cuando las palabras no pueden renovar los aires, cuando se vuelven cansinas de trasladar siempre lo mismo. Porque si las palabras son vehículos con el poder transportar la materia sutil de los sueños, también se hacen portadoras de esa sustancia turbia y espesa que hace los días pesados, que te deja sin fuerzas para afrontar el reto de seguir viviendo. Las palabras son potencias creadoras o destructivas y las que van cargadas de emociones pesadas pueden ser una losa brutal allá donde caigan, sean o no pronunciadas, pues al igual que hay una música callada que resuena en otro corazón, también están los pensamientos no expresados que se convierten en inquilinos de la mente que los hospeda.
Pero no, el paradigma mental no ofrece hospitalidad, esto es cosa del corazón, del Hogar. La mente absorbe y se apropia y dice “esto es mío” cuando las palabras peregrinas pasan por la puerta hablando de libertad, de amor, de conocimiento; o entra en conflicto contra esas creencias que se aposentan sedentarias en tu cabeza y no armonizan con los parámetros que te identifican. «Esto no es mío. Aquí hay un intruso y hay que echarle fuera», gritan entonces tus emociones. Lo que pasa es que en esta contienda intentas desalojar tu casa de «eso» con lo que no te identificas y lo haces proyectando la acometida contra «eso» del otro lado que lo refleja. Pero al final resulta que el embate se está dando dentro de ti, en tus propias percepciones.
Tu paradigma mental está en conflicto contra ese inquilino al que abriste la puerta cuando llegó con los bolsillos llenos de oportunidades que luego resultaron falacias. Gran batalla la de este año para expulsar lo que dices que no es tuyo, lo que adjudicas al mundo que te rodea, pero ¿cómo desalojas las sombras que el intruso ha despertado en ti, las que han vivido en tu mente y se han nutrido de tus emociones? ¿Debajo de qué excusa te escondes si ya todas las creencias que sostuvieron la percepción de lo que eres han sido saqueadas? Todo en ti ha quedado a la intemperie, sin techos ni paredes. La cruel batalla te ha dejado sin murallas que definan lo que es tu conquista (lo que tomaste del mundo) y lo que te ha sido arrebatado porque lo entregaste sin soltarlo. No ¡Basta! Ya no quedan fuerzas que malgastar en esta encerrona absurda.

Y así llegas a la última hoja del calendario anual y repites el ritual de uvas y campanadas renovadoras de propósitos que han de motivarte a girar otra vuelta en la rueda del tiempo. Lo que pasa es que esta noche es especial porque ahí mismo donde recibiste el año puedes respirar más profundo y decir adiós ya sin miedos ni agravios. Por esta vez la despedida no te deja acidez en el paladar sino el dulzor del fruto maduro en la palabra. Adiós y gracias por la dulzura en la madurez de un proceso. Adiós y gracias por la esencia del aprendizaje que vino a traerte ese inquilino cuyo nombre es Crisis.
Y lo mágico del asunto es que ha sido al darle la vuelta al inoportuno ocupante cuando le has reconocido en el giro de tantas estaciones vestido de las circunstancias más variopintas. ¿O acaso no es también el mismo párrafo que te has vivido de tantas maneras, pero siempre del revés? Tu sueño no necesita paredes donde colgar cuadros con paisajes, ni techos donde pintar estrellas. Y allá donde está tu sueño, el tuyo, está tu Hogar.

Un propósito inédito quiere nacer entre las campanadas que tocan el final y el comienzo. Ojalá que las palabras peregrinas y los pensamientos inquilinos cesen de cincelar culpas en las paredes de la mente y retornen a la conciencia del Hogar.
El Hogar es un estado del ser sin muros que separen lo tuyo de lo mío, ni techos que limiten el desarrollo de lo que somos. Despertar a esta dimensión es sentimos libres de ser lo que somos ahora, y que esta libertad libere el amor oprimido en lo que no pudo ser.
El Hogar es una transparencia en la percepción que nos hace ver y aceptar el mundo así como es, y no como quisiéramos que fuera.
El Hogar es nuestro espacio más sagrado, y como inquilinos de la mente nos vamos preparando para habitarlo. Hasta que finalmente descubrimos que es el Hogar el que nos habita mientras no le contaminemos con la basura que captan nuestros cerebros o la que está acumulada en nuestras memorias inconscientes.
Nos relacionamos con los demás a diferentes niveles de intercambio pero nos quedamos y arraigamos y permanecemos en ese corazón donde sentimos la sensación de estar en casa, de no ser inquilinos saqueadores en el espacio que nos alberga.
El Hogar es una alianza a nivel sutil que no se deja atrapar ni condicionar; el contexto y formas de relación no dan garantías de Hogar por muchas veces que nos casemos o por muy numerosa que sea nuestra familia o por muchas casas que construyamos. Y acaso sea por esto que, salvo en momentos puntuales, todos somos niños huérfanos que vamos creando un mundo de sustitutos y artificios y proyecciones que nos hagan olvidar la incertidumbre del destierro.
La añoranza del Hogar, más despierta o más latente en cada cual, es el anhelo profundo de intimidad en el acto de relacionarnos. Sentirnos en casa en el corazón de otro ser, albergar al corazón que nos alberga, porque esa sensación compartida nos recuerda el cuidado esencial de una madre, la protección inherente al padre, la complicidad y reconocimiento y apoyo en la hermandad…

Recuerdas en esta despedida el dulce espacio del silencio. La música callada del amor danza libremente en tu respiración. Empieza otro giro en la rueda del tiempo y esta vez ya no estás fuera sino dentro del corazón de la casa, de la familia, de la sociedad, del universo… Y sonríe la última campanada en el Hogar que te recibe y acoge y da la bienvenida a las puertas de un corazón que te está llamando desde adentro…

Desde este rincón en una esquina del viento 
soplo en las plumas de un pajarillo que
oirás cantar en algún momento
mis mejores deseos para ti 
y todas tus relaciones…

La sonrisa del corazón

Sostener la mirada del amor, para que el amor te sostenga en su mirada.

Cada interpretación refleja la nitidez o distorsión del enfoque, de la mirada que percibe la imagen. Has visto rasgos inciertos desde tus cristales empañados, como también has podido comprobar que un ceño fruncido se convierte en sonrisa cuando tú le sonríes desde el corazón.
Sostener la sonrisa del corazón, para que el corazón te sostenga en su dicha.
En la magia de las relaciones abundan las risas. ¡Sí! las hay de todos los tonos e intensidades, algunas son hogareñas y otras peregrinas que hacen el recorrido para asomarse a tu rostro, deslizarse por tu boca o brillar en tus ojos. Y tú, como hospitalario de esta sonrisa que te encontró en el camino, la acoges o la interrogas. La sientes o la analizas. Tú decides en cada momento si frunces el ceño ante una sonrisa que se olvidó de reír o, aligerando el gesto, la recuerdas en tu mirar. Recordarla en tus memorias es liberar lo que estaba oprimido permitiendo que se expanda la dicha atrapada en cada olvido… Y así vas sosteniendo al amor en tu mirada, mientras la sonrisa del corazón hace su recorrido para asomarse a las cuencas de tus ojos…

En la Inauguración de Centro Ahimsa en Córdoba

 ¡¡¡Gracias, amig@s, por el Encuentro, el Reconocimiento y el Nacimiento de un Nuevo Espacio!!!