Nacen en mí cosas buenas, o se me recolocan las neuronas (las de la cabeza y las del corazón), cuando comparto contigo instantes naturales, francos, sencillos.
Nace el respeto de verdad hacia tu persona, que es la mirada verdadera, sin juicio, de ir conociéndote mejor y más a fondo.
Nace la intuición que no necesita preguntar ¿cómo estás? porque puede leer en tus palabras y en tus silencios que eres libre como tú eres, sin trabas y con tus disparates, sin óxidos y con tus brillos rancios.
Libertad plena de instante presente, libre de futuros y de pasados luchadores por conquistar un espacio que se sobreponga a tanta ausencia de nosotros mismos; ese espacio compartido, natural y sencillo, donde se borran los nombres y nace la paz…