Tú ya conoces el poder creador que tiene la palabra inspirada en el Recuerdo. No importa tanto lo que dices sino el aliento invisible que conduces entrelineas, el fuego que prendes en otro corazón. Mismamente, te acercas a la roca que aprisiona las palabras y tu mirada talla una imagen viva en la piedra dormida. Y, sí, lo normal es que el pensamiento se sostenga en los hombros de todas las ideas que le preceden, pero deja que esta transmisión flote mañana en el cielo azul como una nube graciosa. La sostiene un hilo invisible que sólo quiere refrescar memorias cansadas.
¡Y que llueva, sí! Que la lluvia fecunde los campos del día. Que caigan aguas finas y penetren las grietas resecas, para que la primavera cubra con su manto de colores todos los rincones del olvido. Porque la Abundancia no escucha el quejido de los yermos, pero sí responde al reclamo hecho por la misma saciedad. Mira en ti, cielo, y descubre cuán abundante eres. ¡Ah! Te ves la sencillez. Sin embargo, no puedes esquivar la exquisitez del mundo que te subyace. Todo es sencillo y a la vez de una complejidad que no siempre puede traspasar tu mirada, pero ahora puedes sentir la plenitud aunque no logres aprehenderla con las palabras. Dime ¿qué te falta en este instante?
De repente se desatan los nudos y desaparece el miedo de no saber adónde ir, el temor de no volver, de no controlar, de no comprender. Ya no hay nada que reclamar que no sea la plenitud de este instante perfecto. El gozo vive de su entrega sin límites, con la mirada sostenida en la gracia por el aire que llena los pulmones. La Belleza es la danza extasiada de la vida, una entrega constante de amor en lo que haces, en los que dices, en lo que tocas. ¿Lo notas? Un velo acaba de deslizarse y ante tu mirada se abre un mundo diferente. Las imágenes adquieren mayor luminosidad y nitidez. El corazón se estremece, abriéndose a una corriente impetuosa de luz que lo alimenta todo, y todo lo devora. Es el Fuego del Amor.
Extracto del libro Los Ojos de la Noche