Hay lugares, comunes o insólitos – depende de cómo los mires -, donde las formas de la naturaleza se ordenan de tal manera que, cuando uno observa la imagen, se pregunta qué hace posible la expresión de tanta armonía en un simple espacio, si es la luz o su reflejo, el río o la arboleda, el canto del pajarillo o el rumor de las aguas…
Lugares insólitos donde todo está presente en su particularidad sin que nada destaque por sí mismo. Será por eso que resulta imposible atribuir un solo motivo a la belleza.
También hay momentos, fugaces o eternos – depende de cómo los vives -, en los que la luz de una mirada encuentra en otros ojos un espejo de aguas mansas que refleja tu mundo sin distorsiones, así como tú eres, así como estás siendo creado y recreado.
Coincide el instante con ese intervalo en que la mente se aquieta, los pensamientos desisten de saber, de interpretar, de suponer, de analizar… Y, entonces, del trasfondo de esas pupilas emerge un paisaje con rumor de pájaros que cantan su alegría en la arboleda o revolotean sobre un río de emociones serenas.
Momentos insólitos cuando todo está presente en ti, acogido por la luz de una mirada. Y, si algo destaca, es la Belleza que se está mirando en el espejo que tú le ofreces.
Extracto del libro Miradas Peregrinas