La diferencia esencial entre el poeta y el filósofo no está, como se ha creído hasta ahora, en que el poeta hable en verbo rítmico, cristalino y musical, y el filósofo con palabras opacas y doctorales, sino en que el filósofo cree en la razón y el poeta en la locura.
El filósofo dice:
– Para encontrar la verdad hay que organizar el cerebro.
Y el poeta dice:
– Para encontrar la verdad hay que reventar el cerebro, hay que hacerlo explotar. La verdad está más allá de la caja de música y del gran fichero filosófico. Cuando sentimos que se rompe el cerebro y se quiebra en grito el salmo en la garganta, comenzamos a comprender. Un día averiguamos que en nuestra casa no hay ventanas. Entonces abrimos un gran boquete en la pared y nos escapamos a buscar la luz desnudos, locos y mudos, sin discurso ni canción…”