Cuando nos conectamos con espacios que se desarrollan acompasados con su propia naturaleza, algo en nosotros mismos tiende a la armonía y la autenticidad; un nuevo orden más natural y propio acontece en nuestro ser. Algo se ordena y florece en nuestro interior cuando escuchamos el susurro de un río o el trino de un pájaro, o sentimos la quietud de un árbol. Entonces una nueva voz aflora en el pensamiento, como impulsada por esa música que siempre sonó en lo más hondo pero que nunca tuvimos tiempo de pararnos a escuchar. Entonces uno quiere quedarse quieto, como el árbol, y colmarse de esa nueva mirada que perfila, aunque sólo sea por un instante, paisajes vivos que se sobreponen a la rutina de prejuicios dibujada en nuestros ojos…
Girasoles al amanecer en Huétor Tájar
¡¡¡ Gracias, hueteños, por esa nueva voz que despertásteis en los girasoles!!!