Progresar -¿hacia qué fin?- o regresar -¿a qué inicio?-.
El río nace de una fuente y su curso le conduce a fundirse con el océano donde finalmente desaparece como río. Hay culturas, maneras de vivir, que en su recorrido se han cristalizado en tanta diversidad de formas que ya no recuerdan su esencia originaria; y hay otras corrientes cuyas aguas están más cercanas a la fluidez cristalina del origen, pero si quisieran parar el flujo, detenerse ahí, también acabarían corrompidas por el estancamiento. El impulso originario de la vida es un gran misterio, pero no se halla en el pasado o el futuro, sino aquí y ahora.
Volvemos a lo que dejamos por caminos diferentes -el agua del océano se evapora y vuelve a manar de la fuente-. Pero lo que importa es la experiencia vital que imprime relieve, singularidad, expresión al misterio de la vida. Y es que una vida sin misterio es una pobre vida. Porque necesitamos la complejidad, las selvas, las montañas, los paisajes variados, el espectáculo sublime. Porque hay algo en el ser humano que conecta con el misterio, que vibra en el misterio, que se identifica con el misterio. Nosotros mismos somos ese misterio. El error de los siglos ilustrados ha sido identificar al hombre con la razón. Como si en el planeta sólo existieran ciudades urbanizadas. Pero no todo es razón. La razón es una islita en un vasto océano de misterio.
GIRASOLES AL AMANECER en CÚLLAR VEGA
¡¡¡Gracias, amig@s, por esos interrogantes abiertos que, en sí mismos, ya eran una respuesta!!!