El viento nos sopla al oído extraños mensajes que afloran a la garganta, como un nuevo canto que aviva las cenizas de un fuego ahogado por tantos leños de información humeante en los tejados de la cabeza. El Taita-Inti se esconde entre las nubes del horizonte, como si quisiera dejarle el protagonismo al sol que empieza a asomar en esos corazones que acuden al llamado. El mar acompasa su oleaje sinuoso con el ritmo de la sonaja, con el latido del tambor, con el murmullo de palabras que ya no pretenden decir nada sino abrir nuevas sendas que nos conduzcan al reino de la magia…
Ha sido un llamado al despertar de una memoria dormida en lo más profundo de nuestra psique. En un escenario abierto a la luz, sin paredes donde colgar cuadros; nosotros somos el marco para ese lienzo vivo que se despliega ante nuestros ojos. No hay techos donde pintar estrellas pero en la cúpula celeste van asomando éstas, sin prisas, como si un pincel invisible las fuera pintando una a una. Más allá de nuestros juicios y expectativas no hay puertas cerradas que impidan el paso, ni puertas “abiertas” poniéndole condiciones a la luz.
Finalmente se da el encuentro, la conexión. Las manillas del reloj recorren imperturbablemente las horas, pero hacemos un recorrido fuera del tiempo al salirnos de la circunferencia. Un salto del ocaso a la noche estrellada. Un salto de la incertidumbre al reconocimiento del otro como parte de mí, de la soledad aislada al compartir “lo que sea que traigo”, del juicio separador al abrazo de hermandad. El regalo que recibimos es superar la franja que se antepone entre un estado de plenitud (que no necesita nada para Ser) y una expectativa mental (que condiciona nuestro sentir a unos acontecimientos determinados). El resultado es sencillo y delicioso, como esos momentos repletos de gozo que nunca aprecias porque la atención está más concentrada en las exigencias de ahí fuera…
Círculo de Girasoles en Puerto de Sagunto-Valencia
¡¡¡Gracias, amig@s, por el apoyo, la acogida y el acercamiento!!!