Cambian las cosas en la medida en que cambia el lugar desde donde las percibo.
Cuando miro y siento la vida a través de un cristal sombrío, las cosas me parecen sombras. E incluso parece que la sombra y la oscuridad quieren eternizarse en esa percepción, que nunca llegarán esos cambios que darán luz a lo que hoy es una sombra cristalizada en la mirada.
Por el contrario, cuando siento las fuerzas del corazón, me refiero a esas fuerzas que nacen de adentro y encuentran a su paso millones de motivos para vivir, aunque ninguno prima sobre otro, pues todos son importantes y todos tienen pleno significado; cuando percibo desde esa vitalidad, siento la luz y veo que alrededor las cosas adquieren infinitas tonalidades, como si el impulso interno estuviera plenamente armonizado con la respuesta del exterior. Entonces ya no lo pienso y, sin embargo, noto que las cosas van, y van a otro color.
En fin, yo tan sólo digo que las cosas están cambiando por detrás de cada mirada cristalizada. Y me afirmo en esta percepción: las cosas siempre cambian. Y la naturaleza de las cosas vivas es cambiar siempre a mejor…