¿Se trata de unirnos a través del miedo que se nos está inyectando mediáticamente y con tantas medidas de protección impuestas, o se trata de unirnos a través de la pasión por vivir y crecer en nuestras infinitas potencialidades pese al miedo inherente al ser humano?
Sinceramente siento que ya estamos todos dentro de este inmenso “microondas” que, desde niveles que no podemos controlar individualmente, controla nuestras mentes y nos lleva al caos de creer que el asunto está en aislarnos de lo que sucede, con el fin de protegernos.
Observo que este gran momento habla de nuestro nivel de domesticación a través del miedo y, a la vez, también está despertando el instinto más salvaje de nuestra humanidad. Salvaje, no en el sentido de arrasar ni asaltar ni agredir, sino en el sentido de recordar que esta «selva humana» tiene espacio para todas las criaturas y todas las formas que la naturaleza expresa. Salvaje en cuanto a que ninguna especie de la cadena biológica atenta contra la vida de otros seres vivos si no es por alimentarse o defenderse. Salvaje en cuanto a que cada criatura desarrolla su propio instinto de supervivencia ante las amenazas que siempre están al acecho.
Recuperamos nuestro instinto más salvaje, en este contexto, quienes intentamos salvarnos de la gran tela de araña que la manipulación ha tejido en nuestras mentes con hilos de supuesta protección; quienes despertamos de la hipnosis colectiva que teledirige a la humanidad hacia un mundo en el que, para seguir habitándolo, se necesita un nivel muy alto de olvido de nuestra naturaleza esencial.
Y no es que yo quiera ni pueda salvar a nadie de ese destino enfermizo y agonizante, pero sé que mi voluntad está unida a las voluntades que apuestan por la vida, destejiendo, desde la investigación verdadera, la tela de araña que nos atrapa en el aislamiento de «las distancias de seguridad». También sé que cada cual está en su proceso personal y atendiendo a su particular momento, pero no habrá lugares seguros para la salud si nuestras mentes están siendo programadas para enfermarnos, si el aire que respiramos está contaminado, no de virus, sino de metales pesados que fumigan en nuestros cielos, y de ondas electromagnéticas que alteran nuestro equilibrio físico y mental.
Por lo tanto, y por mi parte, sí, soy salvaje, lo cual equivale a «despertarse» (por instinto de supervivencia) de esta pesadilla colectiva tan bien orquestada como desproporcionada …
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