Dicen que la rosa es la flor preferida de la Madre Tierra…
En el aleteo de nuestros sentimientos notamos que finalmente se abre inocente el corazón como la frágil plenitud de una rosa. En esa apertura no hay ya interrogantes que resolver pues belleza y perfume son la respuesta a un proceso natural de evolución. Fue el tallo el que preguntó antes: ¿cómo protejo la flor, mi luz, de las energías negativas y oscuras? Y solventó el asunto cubriéndose de espinas. Y cumplió en parte con su cometido, ahuyentando a quienes no gustan del contacto con el punzón. Pero no pudo proteger a la rosa de unas tijeras en manos enguantadas, ni de la tormenta, ni del paso del tiempo que la marchita.
La creencia de protección, de que hay que protegerse, está arraigada en nuestras concepciones mentales, en nuestros juicios sobre el bien y el mal, creando muros, armamentos y enfermedades en el mundo que nos rodea. No podemos entrar con esa losa en el espacio del corazón, al igual que las espinas no tienen cabida entre los pétalos de la rosa. Pues así como la flor se marchitará, también el corazón dejará de latir un día, pero, si en su apertura deja en el aire la fragancia del amor, su esencia vivirá por siempre en los jardines de la vida…
GIRASOLES AL AMANECER en la Antiga Biblioteca de Sallent / Encuentro organizado por Toteuritmia
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