La conciencia hace un viaje en el tren de la vida. Asoman paisajes a las ventanas de la percepción. A veces pasas por un túnel y nada se ve. Pero el tren sigue avanzando. A veces viajas de día, inmerso en las imágenes del exterior o hablando con las personas que comparten tu vagón. A veces viajas de noche y se apagan los paisajes que antes reclamaran tu atención. Entonces cierras los ojos a lo externo y otro mundo se despliega en tu visión interna. Un mundo que obedece a otras leyes, cuyo fundamento no es la solidez de la materia ni la veracidad de tus creencias. Un mundo que sostienes en tu sentir.
En la superficie del sentimiento, las emociones configuran imágenes. Si tienes miedos, los ojos del miedo recrean la escena donde contemplarse. Si tienes anhelos, tus aspiraciones fijan la mirada en eso que falta. Si tienes preguntas, interpretas las respuestas con la circunstancia que te estás viviendo. Y cuando no ves la respuesta, las cosas pierden su sentido. Pero el sentido de las cosas es que cada interpretación que haces tiene su razón de ser en cada circunstancia que le da vida. En la superficie del sentir todo es cambiante, por eso, después, con el tiempo, vuelves a pasar por los mismos paisajes y miran en ti otros ojos, desde más altura, o confundidos quizá porque el cristal de tus percepciones quedó empañado a fuerza de decepciones.
¿Quién mira detrás del cristal?
¿Quién interpreta el viaje?
Todo cambia y siempre eres tú. Tú quien miras y tú quien interpretas. Y por amor a la vida, eres en eso que ves, y eres en eso que interpretas.
La interpretación más completa es la del Amor, la de la Paz. Pero no el amor de ¡ay, cuánto te necesito! Y tampoco la paz de «con esto no puedo y ahí se queda y sigo adelante.» Porque, cuando miras con amor, no hay dejadez, ni abandono ni ansiedad ni condiciones. Todo está unido en la paz, por eso no hay contra qué chocarse. El pensamiento y el sentimiento se convierten en Visión. Lo ves todo de una vez. Sientes que sabes sin saber cómo lo sabes. Es el conocimiento hecho luz. Y, sin embargo, la claridad te dice en este momento que, mientras tu tren llega a su destino, los pensamientos e interpretaciones tienen su razón de ser, igual que las nubes. Aunque el pensar no sea el Conocimiento, igual que las nubes no son el cielo.