Hasta dónde pueden extenderse las ramas, y no dejar de ser raíz, por descubrir otro fruto invisible meciéndose en un soplo de viento.
Hasta que el aire se detiene en la dulzura de una mirada; entonces el fruto es deleite en el paladar del alma, y es savia que estremece al árbol dormido en la áspera corteza de un tronco…