Sus cantos son el mismo canto
pero ambos cantan a libertades distintas.
El uno vuela libre sobre el bosque del mundo. Le interesan todos sus recovecos, formas y habitantes. Todo ello da cuerpo a su amplitud de miras, y quizá por esto mismo desiste él de atraparse en el espacio que abarca una simple mirada, pues no hay rincón en el bosque donde quepa todo el bosque. Su naturaleza es visionar desde las alturas. No puede echar raíces en el terreno porque sus ojos piden visión y sus alas quieren vuelo.
La otra camina a su antojo en los límites del bosque, sin dejar que la frondosidad de éste atrape su atención. Mientras el viento sigue silbando los murmullos del mundo, ella peregrina sin rumbo sobre el desierto colindante y desconocido, buscando en el silencio de las arenas, cual si éstas fueran una página blanca donde escriben los pasos. Se dirige hacia un oasis que ha vislumbrado a lo lejos, pero a veces se equivoca de norte y despierta su sueño en la espesura y el ruido. Otras veces consigue alejarse lo suficiente… Silencio… Ahí nace un nuevo canto y, como una niña con zapatos recién estrenados, se lo ofrenda a las criaturas del bosque.
Sus cantos son el mismo canto… pero nacen de distintos espacios.
El oteador ha visto a la peregrina allá donde no alcanzan los ojos del mundo. Se hacen amigos. ¡Es tan difícil encontrar amigos en el cielo y en el desierto!
– ¿Adónde vas, caperucita?
– Al Oasis de mis sueños. ¿Vienes conmigo?
– ¡Claro! Contigo sí, porque si has llegado hasta aquí es que eres confiable
– No sé si soy confiable, pero yo confío
– ¿Y cómo es ese oasis?
– Todavía no tiene palabras
– Pues te dejo las mías que yo sé de gestión y sostenibilidad
– ¡Qué bien! Encontré a alguien que puede definir mi Oasis –canta feliz la peregrina.
El oteador se pone manos a la obra y conjuga los elementos que conoce del bosque, que son casi todos como corresponde a todo buen avistador. Recursos humanos, subvenciones, relieves geográficos, plan de trabajo…. Entre tanto, van dialogando él y ella para conocerse mejor. Emergen otras conexiones en la comunicación: espirales, números, ejes, energía, vibración… Así se viven y alimentan el cuento, hasta que el hilo narrador se rompe con la voz del realismo.
– Utopías, espejismos -dice el águila desde las alturas-. No tiene sentido un oasis entre la floresta, ni es posible plantarlo en una nube. ¿Cómo injertamos una parcela de bosque en el desierto?
– En realidad, no es cuestión de cielo o bosque o desierto–responde la peregrina– El Oasis no está en una geografía, sino en la dimensión que esta relación puede aportarnos.
El vuelo de él ensancha el horizonte de la otra. En el sueño de ella echa raíces el anhelo del otro. Desde la unión aceptan ambos sus particularidades, dejando cada vez más espacio a lo latente, a lo que empieza a tomar forma en la timidez de un balbuceo. Nace así una expresión inédita e inocente, ajena al pasado de él y de ella. Un nuevo canto emerge en cada presente que los hace presentes, entonando una libertad inédita que ahora es definida por ambos.
Publicado en la Revista La Tregua