Ayer observé en la sucursal del banco a un funcionario estresado, poniendo en una caja fuerte muchos fajos de papel. Luego pasé por una librería y vi papel y papel encuadernado, colmando estanterías y estanterías. Después, caminando por el centro, me fijé en un muchacho fatigado con una mochila cargada de folletos que entregaba a los viandantes. Finalmente, en un paraje natural, admiré las ramas de los árboles danzando con el viento del atardecer; ajenos viven éstos a nuestras cosechas e intercambios de papel y, por un instante, el rumor de las hojas me regaló las palabras precisas y preciosas que mi alma necesitaba leer …