Equinoccio de Otoño

Asoman por el horizonte de cada cita las caras amigas con brazos abiertos y el corazón en cada sonrisa. ¡Sí! ¡Cuántos pasos hemos dado en la circunferencia del reloj para finalmente encontrarnos de nuevo en el presente de la vivencia compartida, con la mirada renovada! Cada cual dio los suyos, cada cual vivió su proceso particular. Y sé que he crecido porque os veo crecid@s. Puedo ver a través de cada espejo que me ofrecéis los aspectos que se han resuelto en mí, y aquéllos que todavía están en el esfuerzo de concretarse.

Los ojos de la tarde, de la velada, del amanecer -de un día donde las horas se ensanchan por tanta acogida-, miran los silencios y las conversaciones que ya no pretenden explicar nada, sino sentir cada momento así como se va manifestando. Habla el amor que rompe los esquemas; el amor que encuentra su pálpito sereno dentro del marco establecido; el amor que quiere cerrar un círculo de aprendizaje y a ratos se queda atascado… Giran los ciclos y el círculo se abre a nuevas relaciones que traen consigo otros enfoques.
Y bailan en la mirada los colores de la dulzura, cuando me doy cuenta que has comprendido, que hemos entendido lo esencial en el intercambio de nuestros «regalos»… Un nuevo guiño me hacen Los ojos de la noche, Girasoles al amanecer, Semillas de un Sueño, diciéndome algo así como: acaso lo mágico de estos libros no esté tanto en lo escrito, sino en las páginas vivas que cada Encuentro imprime en el corazón cuando el reconocimiento mutuo me da la oportunidad de presentártelos…

Encuentro para celebrar el equinoccio // Punto de Equilibrio Garraf – Barcelona

¡¡¡Gracias, amig@s, por tanta creatividad, confianza, regalos… por tanto amor!!!

El Lenguaje de la Naturaleza

Por detrás de las partículas y moléculas que configuran el mundo que podemos ver y tocar, hay un mundo de luz que se ordena de otra manera a como los ojos están acostumbrados a ver. Es un mundo lleno de magia, de una inteligencia que responde a otro orden. Hubo un tiempo en el que el ser humano poseía una relación tan profunda con la Naturaleza que incluso podía acceder a realidades paralelas que permanecen ocultas a las miradas apresuradas, dispersas y superficiales de nuestra actualidad. El vínculo con la Naturaleza perdura en estos tiempos para quienes mantienen una íntima relación de autoconocimiento en la observación de los fenómenos naturales. Hay un lenguaje simbólico en cada palmo de paisaje que siempre está contando cosas para tod@s, y a cada cual le cuenta lo que necesita para sí, para su momento único e irrepetible. Habla siempre el soplo del viento, el canto del pájaro, el susurro de las hojas, el fluir de las aguas, el ciclo de las estaciones. La Naturaleza le habla a quien está atento para «escuchar», para «leerse» en un lenguaje olvidado por el intelecto pero que el corazón sí recuerda…

El viaje de la pareja

Este fin de semana dimos algunos pasos en el viaje heroico de la pareja… Construimos una escalera ideal entre tod@s con peldaños de amor, comunicación,  complicidad, confianza, respeto, compromiso, atracción, vínculo, compatibilidad, intimidad, convivencia, fidelidad… y, una vez situados al nivel de nuestras realidades, la pregunta fue si el error (si es que lo hay) está en el compañero de viaje (la pareja elegida) o nos equivocamos al elegir la pared donde se apoya la escalera…

 

Sueños

Tu mirada ha abierto la puerta a esa dimensión donde los sueños tejidos con hebras de luz esperan desde siempre a que les des realidad en el reino de lo concreto. Sólo tú puedes hacer que esa expresión única y original, inscrita desde siempre en el telar mágico de tu corazón, despierte de su estado latente, tomando cuerpo en la realidad del tiempo. Y, sin embargo, no puedes forzar nada. Los sueños te acompañan en tu recorrido como Presencias intocables, sin dejar huellas sobre el trazado del camino, siendo tu consciencia la que convierte en rastro perceptible lo que ha sido pisada silenciosa. Los sueños están en todas partes y pueden ser muchas cosas a la vez, aunque, en esa avidez de tu mirada por aferrar lo que intuyes pero no ves, los perpetúes en el viento que sopla a las nubes y el agua que riega la tierra y la semilla que fecunda el árbol y la leña que prende el fuego. Da igual en qué forma los recreen tus memorias, ellos son el Recuerdo silente e iluminado que te inspira en las horas del día mientras laboras la rutina de tus quehaceres, hasta que la noche te abraza con su manto de estrellas. Y allí, en la profundidad del descanso merecido, son esas Presencias las que te despiertan a un mundo diferente con colores más intensos y paisajes más vivos, donde el fuego, y las nubes, y el agua, y el árbol, se quitan el nombre y desvelan su misterio. Ahí es cuando te soplan al oído: sólo el silencio sabe, sólo del silencio se aprende… Extracto del libro Los Ojos de la Noche

Generosidad

Admiro lo que me gusta de ti, y tengo amor para abrazar lo que me disgusta. El amor ve dónde hay que armonizar, y se expresa actuando sin imposiciones ni exigencias; va haciendo por aquí y por allá, gestionando en silencio; lo hace por amor y con amor. Porque hacer las cosas en nombre del amor, pero sin amor, es desgastarse ajustándole las cuentas al universo… Desde esta claridad puedo ser más cuidadosa con los dones que me han sido otorgados y aportarlos al propósito de sostener el amor en mi mirada, más allá de las decisiones ajenas. Pero ya no invierto en “generosidades” que finalmente acaban en “frustraciones”. La auténtica generosidad no genera deuda en la vida. Es una plenitud que se desborda, nunca una entrega con “intereses” implícitos…

Protección

Dicen que la rosa es la flor preferida de la Madre Tierra…
En el aleteo de nuestros sentimientos notamos que finalmente se abre inocente el corazón como la frágil plenitud de una rosa. En esa apertura no hay ya interrogantes que resolver pues belleza y perfume son la respuesta a un proceso natural de evolución. Fue el tallo el que preguntó antes: ¿cómo protejo la flor (mi luz) de las energías oscuras? Y solventó el asunto cubriéndose de espinas. De esta forma cumplió en parte con su cometido, ahuyentando a quienes no gustan del contacto con el punzón. Pero no pudo proteger a la rosa de unas tijeras en manos enguantadas, ni de la tormenta, ni del paso del tiempo que la marchita.
La creencia de protección, de que hay que protegerse, está arraigada en nuestras concepciones mentales, en nuestros juicios sobre el bien y el mal, creando muros, armamentos y enfermedades en el mundo que nos rodea. No podemos entrar con esa losa en el espacio del corazón, al igual que las espinas no tienen cabida entre los pétalos de la rosa. Pues así como la flor se marchitará, también el corazón dejará de latir un día, pero, si en su apertura deja en el aire la fragancia del amor, su esencia vivirá por siempre en los jardines de la vida…

Lecturas

El otro día me decía un amigo, ante la lectura de Girasoles al amanecer, que lo importante es que yo siga escribiendo en la vida, que protagonice el sueño del Espíritu en mi libro personal… Sinceramente, no sé si está realizándose el sueño del Amor en mi vida, o es el apremio de la realidad el que se desvela en mi consciencia… Una vez soñé con ser escritora. Hoy sé que aquéllos que escriben en la realidad son los auténticos escritores, aunque no se denominen como tal. Los que portamos el título no hacemos sino una réplica de la verdad, una copia, una abstracción, un puente entre dos orillas (los puentes sólo son lugares de paso). Y, en la parte que me toca, también lo veo como un invocar en la página de papel el ideal que no siempre sé imprimir en las páginas vitales.
El resultado, sin embargo, no deja de ser un referente para quienes necesitan de un libro donde encontrar otras lecturas de la vida, de sus vidas…

Miradas

El mundo es una mirada…
El mundo está mal, dice la mirada realista. Hay crisis, corrupción, desigualdad, conflictos, injusticias, desconfianza… A la vez, las masas parecen enchufadas a la euforia colectiva que nos suministran por detrás del telón. Y ahí seguimos respirando los paisajes en los que vivimos, a fuerza de perpetuar esas fotos sombrías.
Yo quisiera cerrar los ojos por instante e inhalar otro aliento entre tanto desaliento. Acaso encontrase unos ojos entre miles de ojos, un corazón libre de tanta queja y lamento. No me interesan las estadísticas, busco una conexión auténtica que le permita a mi visión traspasar el cansancio de tanta ausencia adherida al mundo, y despierte el sentir adormecido detrás de tanta coraza pintada de desencantos. Entonces ya no veo unos zapatos con glamour sino unos pies que anduvieron caminos. Ya no veo estrategias para engañar ni engañarse sino la inocencia de una mirada que acepta las cosas como son y no tiene que pintarlas de otro color para amarlas. Veo un corazón capaz de entregarse sin reservas a pesar de haberse roto una y mil veces. Veo la vida que me sacude con fuerza en el acto de sacudirse tantas máscaras, mentiras y juicios adheridos a su espalda, que es mi espalda…

La Casa de las Golondrinas

Hoy es un día más y a la vez un día marcado en el calendario personal. Un día que puedo contemplar desde el prisma del tiempo transcurrido, pero que he preferido mirar desde esa percepción mágica que el paso de los años no puede atrapar. Un día en el que conviven dentro de mí la anciana y la niña, la mujer y la amiga, la mariposa y la oruga, la cueva y la cima de mi particular montaña, el sol encendido en mi corazón y la luna en todos sus ciclos alumbrando mis noches estrelladas, ensoñadoras, nubladas a veces, misteriosas… Hablando de la luna os quiero contar que no siempre estoy de luna llena, que no siempre encuentro la luz para alumbrar ni alumbrarme, que soy esas fotos cristalizadas en el tiempo, esas sonrisas asomadas al encuentro, pero que estas imágenes sonrientes no son la totalidad de mí sino la culminación de procesos en los cuales convivo con las incertidumbres y desasosiegos que nos a visitan a much@s en estos tiempos.
casaHoy es un día especial y el universo ha puesto una vela encendida para que sople un deseo. Como por arte de magia asoma esta imagen a la pantalla que es el anhelo siempre vivo en mi corazón, siempre re-creándose en lo concreto: La Casa de las Golondrinas. No asoma nadie a la ventana porque estamos tod@s celebrando ahí dentro, danzando nuestras miradas en el pálpito de esos instantes en los cuales nos hemos reconocido. No hay deseo que pedir en este día, y sí un inmenso agradecimiento por tantos regalos que recibo. Mantengo pues la vela encendida para que siga alumbrando vuestros sueños y los míos, el Sueño del Amor en nuestros Corazones…

El «Sí» que me sostiene

Entrevista en la 10ª Puerta con Santi Guerrero
Ciencia y Espíritu Televisión
¿Cuál es el «Sí» que me sostiene cuando todas mis creencias se han derrumbado?

PRESENTACIÓN: Hace una década que inicié el camino de búsqueda y autoconocimiento proyectando mis preguntas esenciales hacia lo horizontal: viajes, talleres, libros, conferencias… hasta que finalmente tomé consciencia de la verticalidad del Ser. En este recorrido que hace la “gran pregunta” en su búsqueda de un sentido más amplio y profundo, he vivido la quietud en el silencio de la meditación, y he danzado con el poder del canto sagrado, de la palabra hecha entendimiento, de la imagen que se hace poema. Y también me he rendido ante el Gran Misterio, aprendiendo de los incontables mundos que coexisten en el espacio que abarca una mirada. Aprendiéndome en ellos…

¡Mi agradecimiento al espacio de Ciencia y Espíritu Televisión y a la invitación de Santi Guerrero!

La percepción de crecimiento

Hace unas semanas que llegué con la Primavera. El ciruelo y el almendro estaban vestidos de blanco. El laurel sigue enfermo con un teñido oscuro en sus hojas, pero le han nacido tallos nuevos pintados con el verde intenso de la vida que se renueva pese a todo. El invierno todavía descansaba en las ramas desnudas de las dos moreras y, sin saber cómo, ya son visibles los brotes de los frutos venideros. Mermelada de moras. En alguna mañana del porvenir nos sentamos a desayunar a la sombra del ciruelo y en algún intervalo silencioso paladeamos la esencia del crecimiento y el sabor de las estaciones untados en la tostada.

Crecimiento. Crecer. Hacer el recorrido para que se haga visible, palpable, degustable, lo que somos en estado potencial. Encontrar la libertad de ser plenamente lo que somos. Y me conduce la reflexión a tomar consciencia de cómo la idea de crecimiento ha hecho un giro de 180 grados en mi percepción. La exigencia que antaño le puse al propio crecimiento, ese “quiero más”, más recursos, más conocimiento, más opciones, más de ti… ha cambiado por este “cuánto de grande es el espacio de libertad en mí”. Al fin y al cabo mi corazón es un pajarillo que escribe el canto del aire en las ramas del árbol, aunque a veces exclama la tristeza del encierro, de tantos obstáculos y barrotes que le niegan el vuelo.

En este encuentro de bienvenida a la primavera he podido comprobar que, mientras quedé atrapada en las tormentas y barrizales del invierno, peleándome con las penumbras de la incertidumbre, la Madre Naturaleza seguía gestando nuevos paisajes en el giro del tiempo. Y es porque pude soltar, reconciliarme, aceptar, amar pese a todo, que este pajarillo pudo alzar su vuelo en esos instantes compartidos y escribir en otros corazones el dulce aleteo del amor…

Celebración de Bienvenida a la Primavera / Punto de Equilibrio Garraf – Barcelona

¡¡¡Gracias a todos los corazones que acudisteis al llamado!!! Que los nuevos brotes de cada árbol que somos encuentren su espacio de florecimiento y un canto dichoso en nuestras ramas…

«Saltos» en la percepción

asocia. ahireHay vivencias donde confluyen distintos aspectos de un proceso que, al encontrarse en un mismo punto, generan la fuerza necesaria para “dar el salto” e iniciar un nuevo recorrido desde otra percepción en la espiral evolutiva. Ilustro este entendimiento con la experiencia de un viaje por tierras manchegas, un recorrido en el cual el espíritu quijotesco y su escudero han salido de las páginas literarias, y no precisamente para batallar con molinos de viento sino para respirar de una propuesta que nos hizo la Asociación Ahire en Ciudad Real: Reiki y Amor incondicional como forma de vida. ¡Gracias, gracias, gracias, Paco! … Y también tomó sentido el viaje para echarle un nuevo leño a ese rescoldo de la amistad que sadhakasprendimos en Puertollano hace un par de años: en Centro Sadhakas actualizamos el aprendizaje y los pasos que nos han conducido al reencuentro. ¡Gracias, Aitana y Miguel Angel, por mantener encendida la llama de un sueño!
Por esta vez, el quijote y su escudero viajan en la interpretación del lenguaje de los símbolos y, así como sucede en las páginas de esta gran obra, no siempre se ponen de acuerdo. Estamos rodeados de símbolos. La Madre Naturaleza es un despliegue viviente de símbolos. Los acontecimientos del día a día están repletos de símbolos. El símbolo como lenguaje que nos conecta con otros niveles de entendimiento. El símbolo como indicativo de dónde estamos posicionados en nuestro proceso de aprendizaje.
En estos encuentros se me ofreció la oportunidad de exponer mi visión del Círculo. Y, como decía al comienzo, agradezco el “salto” que me ha permitido actualizar un cambio de percepción. Un darme cuenta si los zapatos de ayer le son cómodos a los pies de hoy; o acaso se han ensanchado tanto los límites de esas creencias con las que me identifiqué antaño que las medidas de mi crecimiento (de mi experiencia actual) se golpean, se resbalan, no se ajustan con esas ideas y por lo tanto suenan chirridos disonantes en cada paso, en cada movimiento. Y aquí he podido ver la diferencia entre interpretar los símbolos desde un enfoque periférico, mental, lineal, de polaridad, de excluir para alcanzar… y un enfoque de centro, de corazón, circular, cíclico, de abrazo que acoge lo que cada presente trae consigo, donde cada paso ofrece una imagen completa que sostiene la plenitud, el sentimiento de que no falta ni sobra nada.
Desconozco el momento justo en el que cambió mi manera de pensar el mundo. Lo único que sé es que hubo una línea pensante con dos extremos (dentro o fuera, tú o yo, forma o sustancia…) que se fue transformando en un sentir esa otra línea invisible en el aire, que se expande en su recorrido y que a la vez el fuego de la vida va curvando en eterno retorno… No  puedo acordarme ahora de todas las circunstancias en que he percibido esa fuerza que te arquea sin romperte, pero sí he podido recordar en este viaje el poder activándose cada vez que se abrazan los dos extremos de una percepción, cada vez que se disuelve un condicionante que le he puesto a la experiencia de amar…

25 y 26 de enero en Ciudad Real con la Asociación Ahire y en el Centro Sadhakas

¡Feliz Año Nuevo!

Despidiendo a un inquilino en el tiempo

Respiras profundo mientras los dedos teclean estos renglones, como pidiéndole al aire que oxigene las palabras de despedida, las que hayan de acudir a pronunciarse en este adiós sin uvas ni campanadas todavía. Seguirán girando las estaciones y podrás mirar desde otra perspectiva lo vivido, y dará igual por dónde y cómo lo contemples en la rueda del tiempo: este año lo verás siempre como el que dio acogida a un inquilino que se instaló en tu mente y con el cual has convivido en los últimos meses.
Acaso fuese más efectivo que el dulce espacio del silencio o la música callada del corazón tocasen las notas del adiós sin discurso ni creencia, y no darle voz a las palabras que durante tanto tiempo han respirado aires rancios de emociones manidas, las que no pueden sino exhalar lo re-sentido, lo repetido una y otra vez en los circuitos cerrados de una percepción que te atrapa ahí donde no hay orificios que ventilen olores añejos.
Sí, tal vez fuera más positivo enmudecer cuando las palabras no pueden renovar los aires, cuando se vuelven cansinas de trasladar siempre lo mismo. Porque si las palabras son vehículos con el poder transportar la materia sutil de los sueños, también se hacen portadoras de esa sustancia turbia y espesa que hace los días pesados, que te deja sin fuerzas para afrontar el reto de seguir viviendo. Las palabras son potencias creadoras o destructivas y las que van cargadas de emociones pesadas pueden ser una losa brutal allá donde caigan, sean o no pronunciadas, pues al igual que hay una música callada que resuena en otro corazón, también están los pensamientos no expresados que se convierten en inquilinos de la mente que los hospeda.
Pero no, el paradigma mental no ofrece hospitalidad, esto es cosa del corazón, del Hogar. La mente absorbe y se apropia y dice “esto es mío” cuando las palabras peregrinas pasan por la puerta hablando de libertad, de amor, de conocimiento; o entra en conflicto contra esas creencias que se aposentan sedentarias en tu cabeza y no armonizan con los parámetros que te identifican. «Esto no es mío. Aquí hay un intruso y hay que echarle fuera», gritan entonces tus emociones. Lo que pasa es que en esta contienda intentas desalojar tu casa de «eso» con lo que no te identificas y lo haces proyectando la acometida contra «eso» del otro lado que lo refleja. Pero al final resulta que el embate se está dando dentro de ti, en tus propias percepciones.
Tu paradigma mental está en conflicto contra ese inquilino al que abriste la puerta cuando llegó con los bolsillos llenos de oportunidades que luego resultaron falacias. Gran batalla la de este año para expulsar lo que dices que no es tuyo, lo que adjudicas al mundo que te rodea, pero ¿cómo desalojas las sombras que el intruso ha despertado en ti, las que han vivido en tu mente y se han nutrido de tus emociones? ¿Debajo de qué excusa te escondes si ya todas las creencias que sostuvieron la percepción de lo que eres han sido saqueadas? Todo en ti ha quedado a la intemperie, sin techos ni paredes. La cruel batalla te ha dejado sin murallas que definan lo que es tu conquista (lo que tomaste del mundo) y lo que te ha sido arrebatado porque lo entregaste sin soltarlo. No ¡Basta! Ya no quedan fuerzas que malgastar en esta encerrona absurda.

Y así llegas a la última hoja del calendario anual y repites el ritual de uvas y campanadas renovadoras de propósitos que han de motivarte a girar otra vuelta en la rueda del tiempo. Lo que pasa es que esta noche es especial porque ahí mismo donde recibiste el año puedes respirar más profundo y decir adiós ya sin miedos ni agravios. Por esta vez la despedida no te deja acidez en el paladar sino el dulzor del fruto maduro en la palabra. Adiós y gracias por la dulzura en la madurez de un proceso. Adiós y gracias por la esencia del aprendizaje que vino a traerte ese inquilino cuyo nombre es Crisis.
Y lo mágico del asunto es que ha sido al darle la vuelta al inoportuno ocupante cuando le has reconocido en el giro de tantas estaciones vestido de las circunstancias más variopintas. ¿O acaso no es también el mismo párrafo que te has vivido de tantas maneras, pero siempre del revés? Tu sueño no necesita paredes donde colgar cuadros con paisajes, ni techos donde pintar estrellas. Y allá donde está tu sueño, el tuyo, está tu Hogar.

Un propósito inédito quiere nacer entre las campanadas que tocan el final y el comienzo. Ojalá que las palabras peregrinas y los pensamientos inquilinos cesen de cincelar culpas en las paredes de la mente y retornen a la conciencia del Hogar.
El Hogar es un estado del ser sin muros que separen lo tuyo de lo mío, ni techos que limiten el desarrollo de lo que somos. Despertar a esta dimensión es sentimos libres de ser lo que somos ahora, y que esta libertad libere el amor oprimido en lo que no pudo ser.
El Hogar es una transparencia en la percepción que nos hace ver y aceptar el mundo así como es, y no como quisiéramos que fuera.
El Hogar es nuestro espacio más sagrado, y como inquilinos de la mente nos vamos preparando para habitarlo. Hasta que finalmente descubrimos que es el Hogar el que nos habita mientras no le contaminemos con la basura que captan nuestros cerebros o la que está acumulada en nuestras memorias inconscientes.
Nos relacionamos con los demás a diferentes niveles de intercambio pero nos quedamos y arraigamos y permanecemos en ese corazón donde sentimos la sensación de estar en casa, de no ser inquilinos saqueadores en el espacio que nos alberga.
El Hogar es una alianza a nivel sutil que no se deja atrapar ni condicionar; el contexto y formas de relación no dan garantías de Hogar por muchas veces que nos casemos o por muy numerosa que sea nuestra familia o por muchas casas que construyamos. Y acaso sea por esto que, salvo en momentos puntuales, todos somos niños huérfanos que vamos creando un mundo de sustitutos y artificios y proyecciones que nos hagan olvidar la incertidumbre del destierro.
La añoranza del Hogar, más despierta o más latente en cada cual, es el anhelo profundo de intimidad en el acto de relacionarnos. Sentirnos en casa en el corazón de otro ser, albergar al corazón que nos alberga, porque esa sensación compartida nos recuerda el cuidado esencial de una madre, la protección inherente al padre, la complicidad y reconocimiento y apoyo en la hermandad…

Recuerdas en esta despedida el dulce espacio del silencio. La música callada del amor danza libremente en tu respiración. Empieza otro giro en la rueda del tiempo y esta vez ya no estás fuera sino dentro del corazón de la casa, de la familia, de la sociedad, del universo… Y sonríe la última campanada en el Hogar que te recibe y acoge y da la bienvenida a las puertas de un corazón que te está llamando desde adentro…

Desde este rincón en una esquina del viento 
soplo en las plumas de un pajarillo que
oirás cantar en algún momento
mis mejores deseos para ti 
y todas tus relaciones…

La niña aceitunera

«Yo soy para ti, florecilla, como la noche
misteriosa, sólo puedo darte silencio y olvido,
pero cuando abras tus ojos a la luz de la mañana,
mis lágrimas de rocío calarán el secreto
de tu alma…” Le dijo a esta niña un olivo.

La niña no olvida el misterio de su amigo.
Pasan las estaciones, el campo bebe y se renueva,
y al año siguiente regresa al olivar cargada de pañuelos:
ella secará las lágrimas de esos ojos secos
desvelándoles la risa iluminada del reencuentro.

Si no fuese por lo mal que lo pasa a primera
hora de la mañana, se diría que esta niña disfruta
de irse con su familia a la recogida de aceitunas.
Y es que lo peor es la llegada al olivar, cuando
el manto de escarcha todavía cubre el campo;
las rodillas se niegan a hincarse en la tierra helada,
y las gélidas olivas se le caen de las manos.

El padre mira a su niña: la carita roja de frío,
el cuerpo abrigado pero entelerido; de lejos va
y le grita: “Anda, corre y rebusca unas tamarillas,
que vamos a encender una lumbrecilla. ¡Aligérate,
hija, que se te vaya calentando la sangre!”

Y ella rastrea por todos lados su cosecha de ramas,
hasta que la parva se hace grande y suficiente
para que prenda un fuego reconfortante.

Acerca sus manos a la pira, y a través de la flama
mira a sus hermanos que ya terminaron de varear
un olivo y tiran de los fardos cargados de aceitunas.
Piensa ella en su amigo misterioso, y el árbol se crece
en su fantasía como una presencia erguida e inmortal,
siempre verde, en medio de la tierra árida y oscura…

“No te quedes ahí parada, hija –le dice su padre–,
que al frío se le vence con brío y celeridad”.
Ella corre en busca de más leña, no sea que se apague
la hoguera. Sólo cuando está segura de su flameante
fuerza, se acerca a los fardos y ayuda a sus hermanos
en la criba de tallos, para llenar de olivas los sacos.

Asoman los primeros rayos de sol que apenas calientan,
pero la niña, afanosa, ya no tiene frío: con la espuerta
a mano, se echa sobre la tierra y recoge las aceitunas
caídas; al lado de la patilla está la mejor solada
y entre puñado y puñado, la esportilla pronto se llena.

Entre puñados, olivos y salteos, desfila la mañana,
y cuando el gorrión en el albero busca su pitanza,
la niña piensa en la comida, esperando anhelante
que la voz de su padre anuncie la pausa del mediodía.

A sol y sombra, se sientan alrededor de la merienda,
y ¡qué rica está la comida que su madre les ha preparado!
El pan chorreando aceite en sus manos, el queso de cabra,
el surtido de la matanza, las nueces y la naranja…

Después descansan un rato, antes de seguir la faena:
el padre y los hermanos hablan de asuntos cotidianos,
pero a la niña le gusta echarse sobre la tierra, sentir
sus latidos al mirar el vasto cielo encima de ella.
Le gustan las burbujitas suspendidas en el aire,
como motas diminutas que se dejan arrullar
por el susurro de la brisa. Y le gusta disfrutar
de ese momento en que todo es ligero y fugaz,
como si de los altos cielos bajase hacia la tierra
un cortejo de hadas y en sus alas pudiera volar.

La tarde se le hace más larga y calurosa,
rehuye el sol buscando el frescor de la sombra.
Mantiene diálogos con cada olivo donde se posa
y a cada uno le cuenta cosas diferentes: la carta
que este año le escribió a los reyes; lo bien
que éstos se portaron; los estudios van regular;
lo peor las matemáticas; pero leer le encanta,
con el último cuento también lloró al final…

Y el olivo le responde con un poema:
“La vida está aquí, en esta tierra,
en la mente soñadora que se mira
en las estrellas. Yo no sé si soy un árbol
o un río invisible que mana aceite.
Aunque viva eternamente parado,
mi néctar recorre el mundo de mesa
en mesa, de labio en labio…”

Y entre puñados y espuerta, entre ramas y olivo,
entre silencio y diálogos, pasa amena la tarde.
El sol aprieta y da gusto coger las aceitunas
que están junto a la patilla del árbol,
pero sin olvidar los salteos, ¡eso nunca!
No le dan pereza a la niña los pasos,
pues allá donde ve una oliva, por lejos
que se haya caído, ella va y la busca.

Y esto sucede desde que una aceituna le contara
su historia, y lo cansada que estaba de volver
a ser tragada, una y otra vez, por la árida tierra.
Desde entonces la niña se ha convertido
en la salvadora de las aceitunas salteadas.

Las libera en sus manos, cual estrellas fugaces
que al vuelo alcanza y su destino lanza
en la espuerta, para que retornen a su seno
con la magia de saberse realizadas.
Pues toda aceituna se merece la vida
y el recorrido en que verá cumplido su sueño.

Si el destino de toda aceituna es tornarse aceite,
no ha de permitir ella que ninguna se quede
en el terreno, expuesta a ser devorada por la tierra,
teniendo que esperar a la siguiente temporada
para renacer de nuevo en la próxima cosecha…

Cuando la tierra empieza a adormecerse,
termina la jornada. Su padre reclama a la niña
para que ayude a doblar los fardos, y juntar el hato.
Todos regresan a casa con los huesos cansados
y un canto de paz en el pensamiento, en voz baja,
no sea que el cielo y el olivar se despierten…

La niña mira hacia atrás, hacia el campo de olivos,
cual si de lejos pudiese ver mejor a sus amigos,
feliz de que su infancia anide en esas ramas
que le han desvelado el secreto de su alma…

Girasoles al amanecer en Torredonjimeno – Jaén
¡¡¡Gracias tosirianos, por esa receptividad que permitió expresarse a esta niña aceitunera!!!

Pintando Mandalas

Un día me puse a recapitular sobre el primer recuerdo del sentimiento de amor que podía rescatar al tejido memorial, así que fui tirando del hilo hasta encontrar esa primera impronta grabada en mi alma. Sucedió cuando tenía unos tres años y jugaba con otras niñas en la calle. A eso del anochecer vi asomar a mi padre por la esquina y eché a correr calle abajo a buscarle, y él me aupó en sus hombros hasta casa. En ese tramo quedó grabada para siempre la sensación de avanzar hacia el amor y sentirme aupada por la dicha, segura en los hombros del mundo.
Agradezco infinitamente a Teresa por invitarme a retomar los pinceles en este fin de semana colmado de nuevas lecturas y colores, nuevas expresiones sobre el mismo tema de siempre: El Amor. El anhelo profundo de sentirnos seguras y acompañadas en el cambio y el movimiento, en el proceso de transformación que ha de convertirnos en hombros firmes para los nuevos brotes de dicha e inocencia que surgen después de la tormenta; de sentir la alegría de una niña que corre a recibirme calle adentro, mientras asoma el amor por la esquina del lienzo.
El anhelo profundo de confiar en el otro, de que tu más íntima inocencia se sienta a salvo en sus hombros, a la vez que oyes su risa o sus lágrimas confiadas en los tuyos. El anhelo profundo de sentirnos amadas así como somos, con nuestros trazados más definidos y aquéllos más borrosos.
Un anhelo que no es sino el llamado de la dicha más honda que sostiene a la inocencia confiada en tus hombros, Amor, para que las manos de una niña tracen círculos en el lienzo del tiempo, y pinten con colores un mapa de retorno a casa que Tú dejaste grabado como una impronta en mi alma.

Taller de Mandalas con Teresa Costa ElArteDeVivirConConsciencia / Punto de Equilibrio Garraf / Barcelona

¡¡¡Gracias, niñas, por tantos colores que habéis pintado en mi corazón este fin de semana!!!

Encuentro con la Luna Llena

la tartera d´oris 6¡Ay, Abuela Luna! Si me falta la alegría de vivir, por qué entonces amanece cada día. Si no me es dada la claridad del Misterio, por qué la noche despliega su manto de estrellas. Si no siento el pálpito del amor, por qué este necio corazón sigue latiendo en un constante desafío a la muerte…
Y la luna responde: ¡Ay, cielo! Deja que el Amor te abrace. Tan sólo viene la muerte cuando amas la vida. Es la única forma de cruzar a la otra orilla: nacer y morir simultáneamente. Acercarse a la fuente cantarina y a los lamentos de una piedra. Quemarse con el fuego y despedirse de sus cenizas… Extracto del libro Los Ojos de la Noche 

¡¡¡Gracias, amig@s!!! Por el espacio y la oportunidad que me ofreció este Encuentro de avivar un nuevo fuego, de alumbrar un nuevo canto…

http://elartedevivirconconsciencia.com/

Amor de espinas y de rosas

“Muéstrame las espinas
que yo miraré las rosas,
aún conservan su fragancia,
aún perdura su hermosura…
Ya sé, no hay rosas sin espinas,
mas ¡cómo duele!
tú ya sabes cómo,
un amor sin rosas…”

Amor por omisión, que se espanta ante la consistencia, que sólo vive en la fantasía, que sueña un boceto imaginario donde incorporar una realidad tangible pero ninguna se ajusta a él. Y quiebra, modifica, mutila lo auténtico porque su esquema es irrompible. Amor predestinado a morir en la realidad y, conocedor de ello, me la niega rotundamente.
Amor usurpador, que se proyecta hacia otra mente, la seduce, la posee, la conquista, y la transforma en su reflejo, para luego descubrir que no soporta mirarse en ese espejo ya que siempre huyó de su propia imagen, la misma que ha compuesto frente a sí. Amor de manos abiertas que dejan caer lo que sostienen para alcanzar lo que me es negado.
Amor invadido, que se estira y se encoge, se expande y se reduce, se agrega y se mutila, en su intento de encajar perfectamente en el molde de otra identidad, pagando un doble precio al conquistador: el del esfuerzo por amoldarse y el de la pérdida de la propia identidad. Amor que guarda celosamente lo que recibe, y me hace depender de ello porque soy incapaz de generarlo…
semillas de un sueño… Pero anoche el amor entró en mis sueños dejándome un boquete abierto al exterior, un nuevo punto de referencia hacia el que mirar. Y me salvó, porque había dejado de creer en la vida, en ti, en mí, y me levanto hoy con la esperanza y curiosidad necesarias para seguir buscando. Ahora sé que se puede abrir una grieta en el tejado y tocar una versión más elevada de lo que somos, de lo que sentimos, de lo que vemos en otros, de lo que pude percibir. Mas no podemos sentarnos tranquilamente a mirar el techo, hemos de arañarlo, romperlo, traspasarlo, si queremos acceder a ese anhelado mundo que nos está esperando…

Extracto del libro Semillas de un Sueño

Si quieres cambiar el mundo, ama a un hombre

Mujer…
Si quieres cambiar el mundo, ama a un hombre,
realmente ámalo.

Ama al hombre cuya alma llame a la tuya con claridad,
al hombre que te ve,
al que tiene suficiente coraje como para mostrar su miedo.
Acepta su mano y guíala suavemente hacia el fondo de tu corazón,
donde él pueda sentir tu calidez y descansar
y quemar su pesada carga en tu fuego.
Míralo a los ojos y encuentra a sus padres y abuelos,
y esas guerras donde sus espíritus lucharon
en tierras lejanas, en tiempos remotos.
Encuentra sus dolores y peleas y culpas,
sin juicio, y déjalo todo ir, suéltalo.
Siente su carga ancestral.
Lo que busca es un refugio seguro en ti.
Déjalo derretirse en su firme mirada,
sabiendo que no necesitas despejar esa furia,
porque tienes útero, una puerta profunda y dulce
para lavar y renovar las viejas heridas.

Si quieres cambiar el mundo, ama a un hombre,
realmente ámalo.
Siéntate delante de él en la plena majestuosidad
de tu feminidad, en el aliento de tu vulnerabilidad,
en el juego de tu infantil inocencia,
en las profundidades de tu muerte,
e invítalo a florecer, suavemente entregada.
Y permite que su poder masculino de un paso hacia ti
para nadar juntos en el útero de la tierra
en silencioso saber.
Y, cuando se retire,
porque lo hará escapando asustado a su cueva,
reúne a tus abuelas en torno a ti, envueltas en sabiduría,
y escucha sus tiernos susurros,
calmando tu asustado corazón infantil.
Invitándote a la quietud.
Y espera pacientemente su retorno.
Siéntate y canta junto a su puerta
una canción de remembranza,
de que puede calmarse una vez más.

Si quieres cambiar el mundo, ama un hombre,
realmente ámalo.
No engañes a su pequeño niño con astucias
y artimañas y seducción y fórmulas mágicas,
sólo para dejarlo atrapado en una red destructiva de caos.
Eso no es femenino, es venganza.
Es el veneno del linaje corrupto,
del abuso de las eras,
de la violación de nuestro mundo…
Eso no le da poder a la mujer,
sino que la reduce mientras lo castra y nos mata a todos.
Y si su madre no lo pudo sostener,
muéstrale una verdadera mujer y ahora dale sostén
y guíalo con tu gracia y profundidad,
ardiendo en el centro mismo de la Tierra.
No lo castigues por sus heridas
que no responden a tus necesidades o criterios.
Llora dulces ríos por él
y lleva toda esa sangre de regreso a casa.

Si quieres cambiar el mundo, ama a un hombre,
realmente ámalo.
Ámalo hasta desnudarte y sentirte libre.
Ámalo hasta abrir tu cuerpo y espíritu
al ciclo de nacimiento y muerte.
Y agradécele la oportunidad mientras danzáis juntos
a través de los vientos y bosques silenciosos.
Sé tan valiente como para ser frágil
y déjalo beber de los suaves
y embriagadores pétalos de tu ser…
Déjale saber que puede sostenerte, pararse y protegerte.
Déjate caer en sus brazos, confiando que puede tomarte,
aún si te han dejado caer miles de veces antes.
Enséñale a rendirse, rindiéndote.
Y únete al dulce vacío del corazón del mundo.

Si quieres cambiar el mundo, ama a un hombre,
realmente ámalo.
Anímalo, nútrelo, permítele, escúchalo,
dale sostén, dale sanación
y tú a cambio serás nutrida, sostenida y protegida.
Sé brazos fuertes y pensamientos claros y flechas apuntadas,
porque él puede, si lo dejas,
ser todo lo que sueñas.

Si quieres amar a un hombre, ámate a ti misma.
Ama a tu padre, a tu hermano, a tu hijo, a tu ex pareja.
Ama desde el niño a quien has besado
por primera vez hasta el último por quien has llorado.
Agradece los regalos de tu camino,
hasta éste que tienes frente a ti ahora,
y encuentra en él la semilla
de todo lo que es nuevo y solar.
Una semilla que juntos podéis plantar
y nutrir en el cultivo de un nuevo mundo.

Lauren Wilce

Madre Naturaleza

La vida se entrega a sí misma en la misma vida para que sigamos alimentándonos de vida. Esto se ve en casi todas las criaturas que asoman y se transforman en la piel de la Madre Naturaleza: cuanto más conectadas están con su esencia más buscan el alimento vivo que las nutra de vida; no acechan lo que ya está muerto y, si algunas lo hacen, es porque son carroñeras.

La vida se alimenta de la vida, pero te acostumbras a nutrirte de materia inerte, de tiempos caducados, de un devenir gestado en la indiferencia, en el miedo o en la huida del presente.

Está muerta la vela que ha consumido toda su mecha y, de nuevo a oscuras, te enfadas con la cera derretida o agradeces por la luz que alumbró lo que no estaba visible en ti. Está muerto el pasado y la vida pone otras velas en el camino, nuevas relaciones, más regalos.

Lo que te vives en tu cueva oscura es una oportunidad única de agradecer por un espacio que nunca existió y ahora está vivo en la consciencia. Agradecimiento por la claridad que nace de ti cuando se apaga el resplandor en tus ojos, cuando entiendes que la luz de la vela consumida en el ayer sigue encendida en tu mirada presente y alumbra ya el rostro de un paisaje naciente. Gratitud al recordar cómo el latido de la vida sustenta la forma de un sueño que se gesta en las entrañas de la materia y resuena en tu propio vientre.

¡Siente, siente el pálpito de la Madre! Siente el amor infinito que te sigue gestando en un tiempo sin tiempo, en un espacio sin límites. La vida es una piedra inerte y dormida si no la nutres de un sueño que asoma y se transforma en ti desde siempre…

Encuentro de Conexión con la Madre Tierra en el Garraf – Barcelona

Metamorfosis

Luis G. Urbina lo llama Metamorfosis en este poema donde describe a un beso cautivo enamorado de una mano que se cree libre aunque al final acaba huyendo. En mi poemario particular ha supuesto la transformación que hizo la mano (lo personal) para acercarse lo suficiente a ese espacio intangible al que no se le da reconocimiento, ni aceptación, ni expresión. La metamorfosis de un prisionero beso en suspiro liberado. La transformación en aliento esencial de todo eso que quedó olvidado, ajeno, oprimido…

A veces se manifiesta el amor entre lo uno sintiente ahí dentro y lo otro visible ahí fuera; amor hacia lo ajeno que no siempre acepta el todo en la otredad. Otras veces no encuentras nada ahí fuera que despierte tu sentir, y miras adentro. Con ojos de asombro ves la infinita paciencia con que el amor va uniendo en ti un espacio y otro; descubres entonces un sentimiento prístino que ya no puede rechazar nada, pues ahí dentro nada queda fuera del sí mismo.
Y es ahora, mientras declamo el poema de Luis G. Urbina, cuando se me hace visible el amor entre un verso y otro; entre una imagen –el beso o el amor– y otra –la mano o la persona. El poema es lo otro que ahora siento y acepto en la totalidad de sus estrofas. Las imágenes son dos espacios en mí que ya no se rehuyen. Se están amando desde siempre.

Metamorfosis – Luis G. Urbina

Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve, que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en la agonía.
                    Y sucedió que un día,
                    aquella mano suave
                    de palidez de cirio,
                    de languidez de lirio,
                    de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.