Caminaba esta mañana por la montaña con mi perro, cuando nos cruzamos con una señora que venía paseando en dirección contraria. Airjul se fue a olerla moviendo el rabo, a la vez que el miedo de ella movía la lengua al gritarme que el perro debe ir atado. Sujeté a Airjul en silencio y seguí adelante con las palabras de la mujer haciendo ruido en mi cabeza. “Ate usted también a su miedo, señora”, resonó en mi pensamiento, pero ya no quise prestarle más atención a este asunto. Fue después, sentada a la sombra de un árbol, cuando pude profundizar un poco más en el incidente.
¿Atar al perro o atar al miedo? En la naturaleza nada vive atado, a no ser que venga el ser humano a poner sus lazos. Las criaturas que habitan los entornos naturales perpetúan el instinto de supervivencia, de acecho que se sabe acechado, ya que en la cadena ecológica siempre hay un acecho más grande que se cierne sobre el acechador. El miedo es un instinto natural que al ser atado ladra con agresividad o se pone a la defensiva. Tan irracional es el miedo como razonables son todos los intentos que ponemos en dominarlo, acorralarlo y controlarlo. Pero estemos atentos, al acecho, para que en este ejercicio no acabemos atando la gracia de la espontaneidad, el asombro de lo imprevisible, la belleza de lo auténtico… Para no perdernos la dicha de sentirnos libres de tantos y tantos miedos con correa y amordazados…
Girasoles al Amanecer en Centro Artemisa – Girona
¡¡¡Gracias, amig@s, por ese nuevo paso en el recorrido de los Girasoles!!!