El cielo se transforma en un inmenso tapiz
con pinceladas de fuego.
¡Cuánta belleza contenida
esperando amanecer en cada mirada!
¡Cuántos ocasos deseosos
de ser bautizados por nuestros ojos!
Mas, antes y después de los nombres,
está el presente pintando cada ausencia;
antes de interpretar la visión
y después de olvidar las hojas secas
(acaso para que no se olviden),
estuvo y estará el aroma de las flores…