«Atrás, en algún punto de la línea del tiempo,
hemos echado residuos en el manantial de la vida,
el único que ha de saciarnos.
Luego, delante, en alguna sed del trayecto,
bebemos el agua turbia que antes arrojamos…”
Cuando dos personas descubrimos nuestra afinidad de corazón, aunque sea por esta vía tan porfiada y tan mágica de las palabras -con esa claridad que nos aclara-, debe ser que hemos ganado la confianza que abre sendas a la Amistad. Somos amigos y, además, abrimos rutas expansivas por encima de nuestras vicisitudes y contingencias particulares. Entonces ni siquiera la falta de contacto cotidiano hace desaparecer lo que apareció de ti y de mí al compartir instantes de apertura. Es por esto que, antes de un ¡Sí! a la Amistad, nos preguntamos cuánto de cerrados o cuánto de abiertos estamos dentro de nosotros mismos, pero, ante todo, cuán dispuestos a transitar con transparencia dentro de otro ser…