He tomado de la Montaña las piedras inertes, pensando que, por quererlas, porque me gustaron, tenía derecho a llevármelas conmigo. Y por cogerlas para mí he cargado con su peso, y me he lastimado con sus lamentos, y me he impacientado esperando que sientan el palpitar de un corazón, de la vida fluyendo por ellas.
Hasta que una piedra me habló hace poco y me dijo:
«Podrás llevarte a cuestas todos los peñascos acumulados en tu experiencia. Y porque te golpeas una y otra vez en esos riscos de la memoria, no estás sintiendo cómo la esencia de lo vivido corre como un río por tu sangre.»
Y le tuve que dar la razón a la piedra, porque es cierto, lo auténtico no pesa ni oprime. Lo verdadero nunca puede atraparse…