En el proceso de recapitulación, la mirada del corazón va despertando el amor omitido en cada relación, sobre todo en ésas que han dejado la huella del conflicto en el tejido vital. Así teje la magia de las relaciones, poniendo cohesión donde hay una rotura, una ausencia, un olvido.
Recordar es más que una remembranza. Es descubrir la relación sutil que enlaza diferentes imágenes en el tejido de tus memorias. Cuando tu mirada descubre el hilo conductor que concilia lo irreconciliable, se desvanecen los sucesos, los personajes, las fechas, se aligera el peso de la memoria y te expandes en esencia. Se va borrando la historia personal y en el mismo espacio asoma poco a poco el rostro original.
Es un proceso de ir quitando los velos que ocultan tu verdad, o de ir dando un paso más hacia el fondo en el intento de aclarar enredos. Y, aunque parece que nunca encuentras el otro cabo en la madeja de olvidos, lo importante es que en cada Recuerdo se hace más sensible y penetrante la visión, llegando al instante en el cual tu mirada sonríe en la Gran Mirada.
Sonrisa que no es autocomplaciente sino entendimiento. Comprensión que no es intelectual sino claridad. Claridad que no tiene sombras puesto que abarca todos los ángulos y penetra los rincones de cada interpretación…
Extracto del libro Los Ojos de la Noche