Entre la página blanca del futuro, y el pasado que ya escribió sus signos, publico palabras presentes y otras horneadas en otros tiempos y circunstancias; creaciones que huelen a esencias en el banquete virtual de tantas y tantas delicatessen que circulan por estos lares cibernéticos.
Ante tanta infinidad de estímulos para deleite del paladar y de todos los olfatos, la mirada filtra ésos que saben a repetido, a lo que ya fue y se fue. Mas, quizá porque sigo amando esas palabras creadas en tiempos sin tiempo, noto muchas veces cómo exhalan su magia cuando leo en ellas que he crecido, y también cuando las miro tan crecidas y tan lejanas de mí.
No sé por qué motivo la palabra detiene su recorrido en la página blanca, pero lo cierto es que se para en seco cuando quiere, inesperadamente, o acaso por algún tropiezo se deja caer en una esquina del documento Word. De lo que sí estoy segura es que, cada mudez repentina, sin negro y sin tinta, sucede al mismo tiempo en que la mirada deja de ver trazados primorosos en el reverso del blanco, o en el envés del sinsentido. Y digo primorosos, porque el cuidado, la delicadeza, el reconocimiento, son presencias que engalanan el acto de compartir con los demás.
Presencia también en el acto de reconocerme y reconocer que, aunque la tinta no se gasta, ni la página blanca se acaba, ni se esconden las palabras, bien es cierto que a veces se ausentan, no se sabe por cuánto tiempo, esas miradas que inspiran el acto de compartir.
Reconocerme y reconocer que, si no le encuentro el primor y el color a la vivencia que te voy a contar, prefiero guardar un primoroso silencio…