Los espacios se saturan de cosas que pintan sombras en los rincones. No me sirve la información del día en los espacios de la mente que viven su noche. No quiero más información, ni más sombras que la sombra fresquita de un gran árbol en una tarde de verano. Que venga y entre la luz en estos habitáculos de mi mente. Y reclamo la claridad peleándome con los muros de mis percepciones, intentando romper el molde, la estructura que le da identidad a la confusión. Acaso, en lugar de quedarme aquí a discutir con las penumbras, lo mejor sería salir fuera y nutrirme de la luz de la luna, la luz de las estrellas, la luz de una luciérnaga… Pero ahí, al otro lado de los tabiques de esta percepción, está el frío, está el riesgo, está la desnudez, y está el miedo a lo desconocido. Entonces, ¿cómo cuestionar una estructura, un paradigma, una forma, sin antes superar los motivos que a ésta me adhieren?