Tu mirada ha abierto la puerta a esa dimensión donde los sueños tejidos con hebras de luz esperan desde siempre a que les des realidad en el reino de lo concreto. Sólo tú puedes hacer que esa expresión única y original, inscrita desde siempre en el telar mágico de tu corazón, despierte de su estado latente, tomando cuerpo en la realidad del tiempo. Y, sin embargo, no puedes forzar nada. Los sueños te acompañan en tu recorrido como Presencias intocables, sin dejar huellas sobre el trazado del camino, siendo tu consciencia la que convierte en rastro perceptible lo que ha sido pisada silenciosa. Los sueños están en todas partes y pueden ser muchas cosas a la vez, aunque, en esa avidez de tu mirada por aferrar lo que intuyes pero no ves, los perpetúes en el viento que sopla a las nubes y el agua que riega la tierra y la semilla que fecunda el árbol y la leña que prende el fuego. Da igual en qué forma los recreen tus memorias, ellos son el Recuerdo silente e iluminado que te inspira en las horas del día mientras laboras la rutina de tus quehaceres, hasta que la noche te abraza con su manto de estrellas. Y allí, en la profundidad del descanso merecido, son esas Presencias las que te despiertan a un mundo diferente con colores más intensos y paisajes más vivos, donde el fuego, y las nubes, y el agua, y el árbol, se quitan el nombre y desvelan su misterio. Ahí es cuando te soplan al oído: sólo el silencio sabe, sólo del silencio se aprende… Extracto del libro Los Ojos de la Noche